sábado, 30 de marzo de 2024

CARTAS DESDE MI RINCÓN (IV).


A un amigo de la infancia, con el que tantos recuerdos comparto.




«Libertad es poder (decir y) hacer lo que debemos».

-Montesquieu (1689-1755), filósofo y jurista francés

cuya obra destaca en el contexto de la Ilustración-.


«Los preceptos del derecho son:

vivir honestamente, no dañar a nadie y dar a cada uno lo que es suyo»

-Domicio Ulpiano (ca.170-228 d.C), jurista romano de origen fenicio-.




Definición del subgénero epístola:

«Epístola es sinónimo de carta y hace referencia a un tipo de texto que busca establecer un canal de comunicación a través de la forma escrita, siendo el medio de notificación más usado en toda la historia de la humanidad. A menudo la carta es usada con la intención de expresar ideas, pensamientos, sentimientos, deseos, etc.»



Querido amigo,

Me alegra saber que los problemas familiares que me contabas se van solucionando; a veces lo mejor es esperar que el tiempo haga su labor, no en vano se dice que el tiempo lo cura todo, o casi todo. Por aquí no hay muchas novedades, con la excepción de que estamos en primavera. Lo cierto es que apenas hemos tenido invierno -un invierno muy seco por cierto-; debe ser cosa del cambio climático. Los medios nos aterrorizan con esto del cambio climático, como si de una nueva plaga que acecha a la humanidad se tratara; aunque después la gente no hace ni caso. Ya conoces mi posición al respecto, no soy negacionista, sería estúpido negar la evidencia, pues el clima está cambiando desde que el mundo es mundo. Los meses de este otoñal invierno, por no decir claramente primaveral, los he pasado al ordenador, revisando mi libro Historia del Convento de San Guillermo (2001) que hice por cuenta del Ayuntamiento de Castiel hace dos décadas, para una segunda edición.1 He de reconocer que aquel primera impresión fue la propia de un entusiasta metido en historiador, aunque sin serlo. Salvando las distancias, un libro es para su autor como un hijo para su padre; aunque no le salga perfecto no debe por ello rechazarlo. De hecho a los hijos imperfectos se les quiere más, dicen. Es razonable que así sea, en tanto constituyen una extensión de nosotros mismos; ello no significa que debamos aceptarlos sin más, cabe siempre mejorarlos. Para llevar a cabo la mejora me he valido de la experiencia, que vale tanto o más que la sabiduría. Finalmente lo he publicado -revisado y ampliado-, pero me ha supuesto un esfuerzo considerable, como revivir un segundo parto.

Paisaje rural del Rincón de Ademuz,
detalle de cerezo en flor en Torrebaja (Valencia), 2024.



Pero no es del libro de lo que quería hablarte,

sino del cambio climático en relación con cierto dato que contiene la publicación en este sentido. Verás, en la primavera del año 1660 se eximió a los franciscanos de los conventos de Morella, Agres, Castielfabib y Manzanera del rezo de maitines (hora canónica establecida a media noche). La exención la establecieron “por el frío reinante”; ello significa que debía hacer mucho frío, pero mucho frío… de lo contrario no los hubieran eximido del rezo. Este dato ya figuraba en la primera edición del libro, y lo anoté como cosa curiosa. Años después vi un documental en la televisión, relativo a la Pequeña Edad de Hielo [PEH], fenómeno climático establecido entre principios del siglo XIV a mediados del siglo XIX, y del que yo no tenía ni idea. Este periodo fue precedido por el Óptimo Climático Medieval (que va del siglo X a finales del XIII): contrariamente a lo que yo pensaba, la Edad Media no fue un tiempo de mucho frío, más bien todo lo contrario. Profundizando en el conocimiento de la PEH observé que en este periodo frío se dieron picos de temperatura todavía más bajos, entre ellos el denominado Mínimo de Maunder (entre 1645 y 1715), caracterizado por una disminución drástica en el número de manchas solares. Quiero decirte con ello que el año de 1660 en que los franciscanos del Convento de Castiel y otros lugares fueron eximidos del rezo de maitines cae dentro de este segmento temporal, el denominado Mínimo de Maunder. Un hecho, cuanto menos curioso, ¿no te parece? El cualquier caso, el clima ha estado variando siempre, y lo seguirá haciendo hasta el fin de los tiempos… unas veces favoreciendo la vida del planeta tierra y otras entorpeciéndola. Ello no significa que los humanos debamos conformarnos; cabe estudiar las causas y ver qué participación tenemos en dicho fenómeno, para corregir o paliar lo que se pueda. Pero achacar el cambio climático a la sola actuación del hombre, y a la huella de carbono que deja, me parece una exageración interesada.

Paisaje rural del Rincón de Ademuz,
detalle de silla en una finca de Los Albares de Torrebaja (Valencia), 2024.

Ha pasado ya suficiente tiempo como para poder hablar sin acritud,

me refiero a lo sucedido en el último Consejo Parroquial de Torrebaja, que tuvo lugar en el salón parroquial el viernes 17 de noviembre, previo a la Fiesta de la Manzana Esperiega del año pasado (2023).2 Te prometí hablarte del asunto, y eso haré. Ya me conoces, soy de los que opinan que debemos hablar de lo que debemos; sobre todo cuando nos mandan callar… Porque cuando uno calla lo que debe contar entra en la irrelevancia personal y social. Antes de nada quiero decirte que me metí en este “negocio” más por obligación y sentido de la responsabilidad que por devoción. Cuando me enteré que para todas las parroquias del Rincón de Ademuz iban a dejar un párroco y un vicario pensé que precisarían mucha ayuda para sacar adelante su labor. Esto fue así, y no hace falta que te lo jure, porque basta mi palabra. A aquella reunión asistió la totalidad de los miembros del Consejo [dos clérigos (párroco y vicario) y siete laicos (seis mujeres y dos varones)], estuvo presidida por el párroco y se celebró en un ambiente relajado y tranquilo, apaciblemente dirigida por el coordinador del grupo. El párroco no opuso ningún inconveniente a lo que se allí se acordó, y ahora verás por qué. Te preguntarás qué se acordó, pues verás; se distribuyeron de forma orgánica los cargos, funciones y responsabilidades: Casa-albergue, Culto y liturgia, Fábrica del templo y ermitas, Mantenimiento y restauración, Ornato interior del templo, Pastoral y catequesis, Patrimonio e inventario… Incluso se dijo de nombrar una comisión de economía, cabe entender que formada por clérigos y laicos, para la administración y el control de las cuentas-finanzas de la parroquia. Porque no había ningún tipo de contabilidad, y sigue sin haberlo. Además de organizarse los trabajos inmediatos para Adviento, Navidad y Epifanía (reyes). Hasta aquí todo perfecto, nada que objetar por parte de ningún miembro del Consejo, los clérigos incluidos.


Acordado lo anterior,

el señor párroco pasó a comentar algunos párrafos de mi última entrada en el blog Desde el Rincón de Ademuz: Cartas desde mi Rincón (I).3 Mi escrito pudo molestar al párroco por algo de lo que allí se dice, pero no contiene ninguna herejía, ningún desacato, no insulta a nadie, ni nada de nada que pueda resultar ofensivo. En última instancia, soy responsable de lo que escribí y puedo defenderlo donde sea preciso; es mi opinión y las opiniones son libres. A continuación, el señor párroco cambió de tercio y pasó a decir que pretendía ampliar el Consejo, para dar cabida a más gente, y renovarlo; dijo también que él nombraría directamente a algunos de los miembros del nuevo Consejo, y que los que quisieran permanecer en él deberían decírselo por teléfono o personalmente, no por WhatsApp. Estas fueron sus palabras, aunque quizá no textualmente, pero sí en el contenido y el fondo. Todos los asistentes se quedaron estupefactos, cuanto menos sorprendidos por estas declaraciones, por lo demás inesperadas y fuera del orden del día. Debieron pasar varios días para que todos asimilaran lo sucedido; solo una persona lo entendió en el momento, y se marchó antes de acabar la reunión.


Al respecto,

te propongo unos puntos para la reflexión: El señor párroco estaba en su derecho de ampliar el Consejo; nadie puede oponerse a ello. Lo de renovarlo es más difícil de comprender, pues renovar suele implicar que una parte de los miembros cesa y otra continúa. Stricto sensu, en la renovación no había tampoco ningún problema; pero la cuestión no tenía razón de ser, pues es absurdo (ilógico, sin fundamento, disparatado...) que después de haber distribuido y aceptado cargos y responsabilidades cinco minutos antes se proceda a una renovación de los miembros. La renovación debiera haberse hecho antes, propiamente; e incluirse en el orden del día. Es más, ¿qué sentido tenía renovar un Consejo con apenas seis meses de singladura? Por lo demás, el señor párroco estaba en su derecho de nombrar directamente a personas de su confianza, faltaría más: Jesús también eligió a sus apóstoles, incluido a Judas Iscariote, a quien confió nada menos que la bolsa de los dineros. Ello quiere decir que en el nuevo Consejo habría miembros electos (en los que confiar al cien por ciento) y otros voluntarios de menor confianza para el trabajo duro. Se intuye que los miembros electos serían los que formarían la capillita del cura, sus predilectos, con los que rezar las decisiones importantes. A mi entender era un mal comienzo, porque la andadura debutaría con una distinción tangible.


Paisaje rural del Rincón de Ademuz,
mazo de cañas junto al tronco de una noguera en Torrebaja (Valencia), 2024.


Sin embargo,

el punto más conflictivo, por ofensivo y humillante es que los que quisieran permanecer en el nuevo Consejo deberían notificárselo directamente al párroco, por teléfono o personalmente. Personas que voluntariamente llevan dos y tres décadas al servicio de la parroquia (no es mi caso), deberían ahora pedir que les permitiesen continuar en el Consejo, como si percibiesen algún estipendio por ello. Para mí este punto resultaba inadmisible, pues se correría el riesgo de que el señor párroco te dijese: No, a ti no te quiero en el Consejo, porque me molestas; solo quiero personas obedientes, dóciles, sumisas… -y no estamos para sufrir humillaciones ni falta de consideración-. Aquí es donde entra la reflexión personal y el acatamiento o no de las condiciones para permanecer en el Consejo. De facto, al menos cuatro personas dimitieron. No sé lo que te parecerá todo esto, pero pienso que el señor párroco ha cometido desafuero, por falta de experiencia, por autoritarismo y prepotencia. Tras lo sucedido, lo más sensato hubiera sido convocar de nuevo al Consejo y pedirle perdón. No había necesidad de haber montado este número; si consideraba que alguien le molestaba, o que era inadecuado, lo más sensato hubiera sido decírselo directamente, y santas pascuas. Mi impresión personal es que el señor párroco es muy inteligente y que habrá sacado sobresalientes en muchas asignaturas de su carrera, y no dudo tampoco de que es un una excelente persona; pero no ha sabido manejar la crisis que él mismo ha provocado. En tres minutos deshizo el Consejo, así de sencillo, con la presunta intención de crear otro nuevo sin personas molestas; pero ni eso ha hecho. Y todo ello por escaso conocimiento del medio (me refiero a la realidad poblacional de la comarca: no hay más feligreses para ampliar o renovar el Consejo que los existentes, y si los hubiera, ¡alabado sea Dios!); por falta de experiencia en el manejo de la dinámica de grupos y, en última instancia, por déficit de empatía con las personas. La verdad, ¡no sé que les enseñan a los nuevos curas en el seminario!


Entiendo que pueda cansarte con esta disertación,

pero tenía que contártelo. Permite, no obstante, una última reflexión, pues el tiempo transcurrido me autoriza cierta perspectiva. A mi entender, lo que se estaba ventilando entonces era una lucha de poder, un pulso virtual entre dos concepciones de lo que es o debería ser el funcionamiento de nuestra parroquia. Por un lado estaba el párroco y una parte del Consejo, incondicional de una concepción que podría calificarse de conservadora (clerical), heredera de las candorosas beatas del nacional-catolicismo (por decirlo de alguna manera), cuando todo dependía del párroco. Vaya por delante que todo lo incondicional (absoluto, tajante, inmutable…) me aterra. Y de otra, un grupo más progresista (digamos abierto, liberal...), que entendía que en el aspecto material la parroquia necesitaba funcionar de otra manera, acorde a los tiempos, esto es, con más autonomía, y con independencia del párroco que hubiese. Ambas opciones son válidas, aunque dependiendo de las circunstancias, pues estas resultan siempre decisivas. En cualquier caso, los partidarios de una y otra idea no tenían por qué ser enemigos, bastaba con que fueran adversarios, pues de la confrontación surge la chispa y a veces la luz. En todo grupo humano hay tensiones y lucha por la preeminencia. Mas conviene saber que los curas cambian con frecuencia en nuestra zona, y tener una estructura orgánica estable garantizaría su funcionamiento a ultranza; no debemos olvidar que quien hace funcionar la parroquia es el Consejo, no el párroco. En esta distensión subyacía también una cuestión de concepto, pues el grupo “clerical” entendía que el Consejo es o debía ser un órgano meramente “consultivo”, mientras que el grupo “laico” entendía que a todos los efectos es “consultivo, deliberativo y ejecutivo”. Pero no pudo ser, pues de improviso el párroco “dio un golpe de sacristía” y deshizo el Consejo, aunque sin crear otro nuevo: ni en Torrebaja ni en ninguna otra parroquia comarcana. ¡Enhorabuena! El suceso me recuerda a la madre mala del juicio de Salomón: Si no puedo hacerme con el niño vivo, mejor matarlo… Pero aquí no se trataba de poner en cuestión el misterio de la Santísima Trinidad, ni el dogma de la Inmaculada Concepción, sino del día a día de la parroquia, de su mantenimiento. Desconozco si alguien se lamentó o manifestó queja alguna por ello; me refiero a los miembros más próximos al grupo “clerical”. Si lo hicieron no ha tenido consecuencias, pues el párroco no parece consciente del daño que ha hecho; de facto, se muestra más contento que unas castañuelas (que por cierto dicen las tañe de maravilla), lo que hace su curato todavía más azaroso. Mi respuesta al desafuero del cura fue radical, acorde con mi temperamento. Abandoné el Consejo y he dejado de frecuentar la iglesia y la parroquia, y Dios mediante no volveré hasta que este señor párroco pida perdón o se marche. Es mi forma de protestar por su tropelía, y también una forma de penitencia que me he impuesto… de penitencia y reflexión sobre cuál es o debiera ser la labor de la Iglesia en nuestro medio, y cuál el papel que los laicos podemos tener en ella. Solo una cosa lamento: pensar que difícilmente la parroquia de Santa Marina volverá a tener un Consejo como el que tuvo o pudo tener, y despreció. Disculpa la matraca, querido amigo; pero de alguna forma tenía que expresar mi enojo, para poder olvidarme del asunto, y descansar. Prometo no volver a incordiarte con este tema, tienes mi palabra... y sabes que soy cumplidor.


Paisaje rural del Rincón de Ademuz, 
detalle de banco de asiento junto a la ribera del Ebrón en La Presa de Torrebaja (Valencia), 2024.

Soy consciente de que muchas veces me repito,

pensarás que son cosas de la edad, que también; pero no solo por ello. Todos nos repetimos, porque las pequeñas verdades que llevamos con nosotros constituyen las herramientas con las que  lidiamos cada día. Esto es algo que yo intuía, aunque sin acabar de darle forma en mi pensamiento. Lo entendí leyendo Soliloquios y conversaciones (1911), una obra de Unamuno. Debo decirte, amigo, que en esta fase de mi vida más que leer, releo. En la primera conversación, escribe: Las verdades que un hombre lleva consigo son como sus instrumentos… Pero no es de don Miguel la cita, sino de un escritor y humorista yanqui [Oliver Wendell Holmes, Sr. (1809-1894)], médico de profesión y autor de El autócrata de la mesa redonda.4 Wendel Holmes fue un personaje singular -todos los somos al fin, aunque unos más que otros-; este autor tiene muchas frases célebres, me gusta la que dice: “En caso de duda, hacerlo” -muy apropiada para indecisos y timoratos: porque con frecuencia para avanzar necesitamos equivocarnos-. Tiene otras admirables: “Una nueva mentira es mejor que una vieja verdad” -porque hay mentiras divertidas y enjundiosas que nos hacen pensar, y verdades inservibles que huelen a naftalina-. Sea como fuere, la experiencia me hace preferir las personas veraces a las coherentes. En mi devenir he conocido a muchas personas consecuentes y sensatas, pero falsas. La amistad con una persona falsa resulta hueca, inconsistente; este tipo de amigos siempre esconde algo. Y ello por la misma razón que decía mi padre que es preferible toparse con un malo que con un tonto. Frente a los malos puede uno defenderse, ¿pero qué hacer frente a las tontadas de los tontos? Además, nunca sabes por dónde te va a salir el simple. Parece que al escritor francés de origen checo Milan Kundera (1929-2023) le resultaba insoportable “la levedad del ser” -sus motivos tendría-; quizá por ello aconsejaba cerrar los ojos al que busca el infinito. Lo que a mí me resulta insoportable es el autoritarismo en todos los ámbitos de la relación humana; el fanatismo político y religioso -las personas que no dudan suelen ser peligrosas-; la cobardía ante la vida; la estolidez del memo; la ignorancia del necio -necio es aquel que no sabe lo que debiera; aunque el término funciona también como insulto-; la hipocresía santurrona -vade retro, Satanás-; la mentira -A veces, el silencio es la peor mentira -decía Unamuno-; la mezquindad del tacaño; la prepotencia del que se cree más que los demás… y no sé cuántas cosas más por el estilo. Imagino que esto le ocurre a muchas otras personas; pero somos humanos, y no cabe otra que seguir adelante y convivir. Sin embargo, hay días que sería mejor no levantarse, o al menos no salir de casa...


La próxima vez que vengas a Torrebaja me gustaría llevarte a dar un paseo por la ribera del Ebrón,

desde La Presa hasta Las Ajuntas. Las brigadas municipales han limpiado ambas riberas en este tramo del río, descubriendo al paseante un tesoro medioambiental y ecológico que permanecía oculto. ¡Para que digan después que las brigadas no hacen nada! A muchos lugareños les sucede que no saben que tienen un caudal de riqueza en su casa, en su término, y como lo ignoran no pueden estimarlo ni disfrutarlo. Mi afirmación es aplicable a todos los pueblos comarcanos. El paraje de La Presa del Ebrón ya lo conoces, es el lugar donde nos bañábamos en verano durante la infancia. El agua en esta parte siempre ha estado muy fría, en comparación con la del Turia, seguramente por la proximidad del nacimiento. Más fría y también más clara, de ahí que fuera La Presa nuestro lugar preferido para el baño. No es que no nos bañáramos en el Turia (en el pozo de la Sombra, en el pozo de la Piedra, donde Los Terreros…), pues sus aguas eran más templadas, aunque también más turbias y peligrosas. En La Presa nos bañábamos los chicos y las chicas, pero en el Turia solo los chicos. Generalmente lo hacíamos en bañador, aunque algunos lo hacían en calzoncillos o simplemente desnudos… Como sabes, en La Presa de Torrebaja se halla el azud que recoge el agua para los molinos del término -San José o molino de Arriba y molino del Señor o de Abajo-: ambos ingenios molineros fueron de capital importancia a lo largo de la historia local. El de Arriba data de los años setenta del siglo XIX (1887), mientras que el de Abajo está documentado desde principios del siglo XVII; propiamente, el señor de Torrebaja lo nombra en su testamento, así como a la Ermita de San José.5 No sé por qué te cuento todo esto, pues lo sabes de sobra. Lo que quizá no sabes es que con la acequia Hondonera, que parte de la acequia del Molino de Abajo se alimentaba una pequeña central eléctrica que iluminaba algunas calles y casas de Torrebaja a principios del siglo XX: las fiestas patronales de Santa Marina y San Roque del año 1906 tuvieron músicas y bailes en la plaza del Señor (actual plaza del Ayuntamiento) iluminadas con la electricidad de aquella central, probablemente la primera que se instaló en la comarca.


En nuestra infancia,

sin embargo, La Presa era algo distinta a la que podemos ver hoy. La principal diferencia está en el puente que atraviesa el río por debajo del azud, construido por la Confederación Hidrográfica del Júcar durante durante la segunda legislatura (1983-87) de don Cándido Roselló Domingo (1943-2024),6 alcalde de grata memoria. Imagino que lo recordarás, antes de construir el puente actual el río se pasaba mediante un inestable pontón de troncos y tablas, situado en la parte alta del azud. El magnífico puente que hoy salva el río permite el paso de vehículos, comunicando la carretera N-420 con la N-330a a la altura del Montecillo por un camino rural asfaltado. Además, con la concentración parcelaria se abrió el camino de Los Albares, que discurre por la margen derecha del Ebrón, desde el Molino de Arriba hasta el Prao Largo, asfaltado hasta el puente. Antes de la construcción del viaducto, el paseo de la Presa era un camino de herradura que pasaba frente al viejo Cementerio de Santa Bárbara, y que llevaba desde la carretera nacional hasta Los Albares por el pontón de tablas de La Presa. Ya sé que sabes todo esto que te cuento, pero me complace evocarlo… En los últimos años, sin embargo, se ha abierto un camino junto a la ribera izquierda del Ebrón, desde la entrada del puente hasta el del Chiringuito, propiamente denominado de Armando León Valero (1924-2019), vecino y alcalde de Torrebaja, asimismo de grata memoria. Don Armando fue alcalde de Torrebaja durante muchos años, antes del advenimiento de la democracia, y también después, entre 1995 y 1999. El Ayuntamiento pleno quiso homenajear su labor en pro del pueblo dedicándole el puente. Como te digo, el camino de la margen izquierda del Ebrón, desde el puente de La Presa hasta el puente de Armando León se labró hace pocos años. Antes de la limpieza selectiva de las riberas ya era muy grato pasear por él, cuanto más hoy al permitirnos ver el cauce del río bajo el dosel arbóreo de chopos y sargas. Al comienzo del camino, junto al puente hay un pequeño espacio de recreo, con mesas y bancos de asiento en torno a la “Vaca Loca”, una singular escultura metálica obra de Lucas Karrvaz, alias artístico de José Lucas Carrión Vázquez (Torrebaja, 1951).7 Las esculturas de Lucas Karrvaz están hechas a base de hierros viejos de desguace, pero resultan absolutamente singulares, y nunca te dejan indiferente. Imagino te acuerdas del niño Carrión de nuestra infancia, hijo de un guardia civil que vivía en el puesto local de la Guardia Civil; el muchacho era un verdadero trasto que siempre iba lloriqueando por los coscorrones de unos y otros… aunque hay que reconocer que ya entonces mostraba signos de genialidad.


Paisaje artístico del Rincón de Ademuz,
detalle de la "Vaca Loca", obra de Lucas Karrvaz en La Presa de Torrebaja (Valencia), 2024.

Paisaje rural del Rincón de Ademuz,
vista del Ebrón, aguas abajo de La Presa en Torrebaja (Valencia), 2024.

Ya te digo,

cuando vengas la próxima vez a Torrebaja daremos un buen paseo por la ribera izquierda del Ebrón, desde el puente de La Presa hasta Las Ajuntas. Escuchar el canto de los pájaros y el sonido del agua resulta altamente relajante y placentero. Además, desde la ribera hay una estupenda vista del pueblo en su sector meridional. Cualquier estación es buena para pasear y cada una tiene su encanto; aunque aquí se pasea poco. Parece que predomina el prejuicio conforme pasear es perder el tiempo; esta idea debe proceder de nuestros padres o abuelos, que cuando terminaban las faenas del campo quedaban tan derrengados y exhaustos que no estaban para paseos, ni siquiera los domingos, en que preferían ir al bar a tomar café o una copa, mientras jugaban al guiñote o a la brisca. Aquí se ha jugado más al guiñote que a la brisca, aunque si he de decirte la verdad no sé cuál es la diferencia entre ambos juegos de cartas. Nunca me han interesado las cartas, ni los juegos de azar en general; debe ser porque no los entiendo. A los torrebajeros tampoco les ha gustado mucho pasear por el campo que digamos, cuanto menos a las mujeres. En la mentalidad de antaño, ver a una mujer sola paseando daba la impresión de estar buscando algo. ¡La honestidad ante todo! Como recordarás, en nuestra infancia las mujeres pasaban la tarde en casa, o visitándose unas a otras, o en el rosario de la iglesia… mientras los hombres iban al café después de comer, y luego a alguna bodega de Las Eras: allí pasaban la tarde charlando y bebiendo vino de la cosecha: el vino cosechero había que beberlo rápido, de lo contrario se picaba. ¡Qué iban ha hacer los pobres, es lo que había! Otros, por el contrario, preferían “Casa Ceferino”, una tienda de vinos y licores que había en la carretera. El local era mayormente frecuentado por hombres, siendo el vino la bebida preferida, acompañando los tragos con altramuces (que aquí llamábamos tramussos), olivas de Aragón, cacahuetes, sardinas saladas de las de barril… La tienda tenía un alto banco de madera como mostrador, con una trampilla en un extremo, y un escaparate encristalado al exterior. Además, poseía unos reservados utilizados por los parroquianos más expertos en el arte del beber y el charlar, y por los jóvenes que se estaban iniciando. El ambiente estaba lleno de humo de tabaco, ya que fumar era lo habitual. Como recordarás, el tío Ceferino era todo un personaje: alto, bien plantado y con un fino bigote que le daba cierta distinción… pertenecía a la familia de los Ritos, casado con Consuelo y padre de tres hijos: Ceferino, Teodoro y Aurora. Imagino les recuerdas: Ceferino marchó de muy joven a Estados Unidos, y allí falleció. Teodoro emigró a Canadá, y allí continúa. Aurorita vive en Torrebaja. No sé si sabrás que el tío Ceferino durante la guerra estuvo en Rusia, por la parte de Kiev; marchó como voluntario para aprender a pilotar aviones de la República; al parecer poseía cualidades para ello. Aunque creo no llegó a entrar en combate; nada más regresar a España terminó la guerra y lo metieron en la cárcel. Tras salir de prisión trabajó revendiendo productos de la tienda de sus hermanos por las aldeas: pantalones de pana negra, camisas blancas de percal, calzoncillos de algodón… primero iba con una burro, después con una bicicleta, sacándose un jornal. Posteriormente se casó y montó la tienda de vinos y licores junto al cine.8 Claro, la guerra civil cambió la vida de muchos españoles...


Paisaje rural del Rincón de Ademuz,
detalle de álamos en la ribera izquierda del Ebrón en Torrebaja (Valencia), 2024.

Tengo que dejarte,

pues ya está siendo demasiado larga la misiva. Me hubiera gustado poder contarte sobre la falla organizada por la "Asociación de Mujeres" de Torrebaja, que este año tenía como motivo una cigüeña. Al principio tenían pensado hacer una Virgen del Carmen, pero algunas socias se opusieron a que se quemara la imagen, y la cambiaron por el ave migratoria. La fiesta incluía una paella multitudinaria, fuegos de artificio, bingo, tómbola, la cremá y bailes. Pero no puedo informarte, ni tengo opinión de ello, porque la celebración me cogió fuera. Puedo decirte, no obstante, que las mujeres de la asociación son admirables, además de muy trabajadoras y artistas. Su actividad es constante y laboriosa; pero merece la pena, pues alegra la vida del pueblo y colabora en la socialización vecinal. Tras la Semana Santa comenzaré con el huerto; las lluvias caídas han dejado la tierra en su punto. Un fuerte abrazo desde Torrebaja. Vale.


© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.

De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).



Véase también:

** CARTAS DESDE MI RINCÓN (I).

** CARTAS DESDE MI RINCÓN (II).

** CARTAS DESDE MI RINCÓN (III).

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1 SÁNCHEZ GARZÓN, A., Historia del Convento de San Guillermo en Castielfabib y noticia del Hospital de la Villa, autopublicación Kindle Direct Publishing (Amazon), segunda edición, 2024. 

2 ID. IX Fiesta de la Manzana Esperiega: Castielfabib 2023, en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del miércoles 22 de noviembre de 2023. 

3 ID. Cartas desde mi Rincón (I), en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del sábado 11 de noviembre de 2023. 

4 Propiamente, sin embargo, no he encontrado este título entre las obras de Wendel Holmes; quizá se refiera a El autócrata de la mesa del desayuno (1958). «[The Authocrat of the Breakfast Table]. Serie de ensayos novelados publicados en 1857 por el escritor americano Oliver Wendell Holmes (1809-1894), publicados mensual­mente en el «Atlantic Monthly». El libro que resultó al reunirlos es hoy uno de los clásicos más apreciados de la literatura americana, y es a la vez la obra más carac­terística de Holmes, que gracias a ella, fue comparado frecuentemente con Charles Lamb [1775-1834]. Las doce conversaciones de que cons­ta, se desenvuelven alrededor de la mesa de una pensión, en la que cada uno de los doce personajes representa una acti­vidad diversa, y por tanto un interés dis­tinto o diferente punto de vista sobre las cuestiones de índole general discutidas por el «Autócrata», que es el huésped más auto­rizado. No falta el idilio entre el Autócra­ta y una joven maestra. Las bodas de ambos interrumpen las conversaciones, porque la pareja parte para un viaje a Europa. Con semejante asunto, es fácil imaginar la mul­tiplicidad de temas tratados, sobre todo si se tiene en cuenta la versatilidad del escritor y su vasta cultura de hombre de ciencia (Holmes fue médico y enseñó anatomía en la universidad de Harvard) y de literato, que como hijo de un pastor de almas, no carecía de sólida base religiosa, ni de inte­rés por todas las cuestiones teológicas de su tiempo». Cf. L. Krasnik., El autócrata del desayuno, Oliver Wendel Holmes, en el sitio web Crítica de Libros (Consultado el viernes, 29 de marzo de 2024)

5 SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Análisis del testamento de don Diego Ruiz de Castellblanque, señor de la Torre Baja del Villar de Orchet (1638), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, pp. 341-351. 

6 ID. Cándido Roselló Domingo (Torrealta, 1943), fundador de “Carnes Roselló” en Torrebaja, en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del viernes 12 de febrero de 2016. 

7 ID. Lucas Carrión-Vázquez (a) Lucas-Karrvaz (I y II), en el sitio web Desde el Rincón de Ademuz, del sábado 18 de agosto de 2012. 

8 ID. Luis Gómez Martínez (Torrebaja, 1926), la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, pp. 201-207.