jueves, 5 de enero de 2012

LAS UVAS DE NOCHEVIEJA EN TORREBAJA (VALENCIA).

 Acta de bautismo 
para el nacimiento de una nueva tradición local


           Un conocido periodista, político y diplomático colombiano -Alberto Lleras Camargo (1903-1990)- decía que “un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir”[1] –y no le faltaba razón-; pues la tradición es aquello que nos ha sido legado y quien desconoce o carece de pasado difícilmente puede orientarse en el futuro. En aparente contraposición, el escritor y político francés André Malraux (1901-76) -el mismo que decía que “el siglo XXI sería espiritual o no sería”-, afirmaba que “La tradición no se hereda, se conquista” –en el sentido de que una práctica, usanza o costumbre hay que trabajarla antes de hacerla nuestra y poseerla.
            Antes de seguir adelante convendría detenerse un momento para indicar que por tradición (Del latín, traditio, -onis y este de tradere, entregar) se entiende o entendemos toda “transmisión de conocimientos, costumbres, creencias y obras artísticas o de pensamiento, hecha de unas generaciones a otras”, a la vez que el “conjunto de doctrinas, costumbres u otros hechos históricos, transmitidos y conservados de generación en generación” –en especial los comunicados de forma oral-; a la vez que la “costumbre establecida en un determinado ámbito” –personal, familiar, comunitario...- por considerarla útil o valiosa para el individuo o la comunidad.
          Desde una óptica conservadora, lo tradicional es algo heredado que conviene aceptar sin crítica; sin embargo, desde una concepción más abierta cabe decir que la fortaleza de una tradición se mide por su capacidad “para renovarse, pudiendo cambiar de forma para adaptarse a nuevas circunstancias, sin perder por ello su sentido”. Así se entiende el título del poeta Vicente Alexandre (1898-1984) en su discurso de aceptación del premio Nobel (1977): Tradición y revolución. He ahí dos palabras idénticas.[2]-[3]
         Sirva esta introducción para enmarcar el tema que pretendo tratar, el nacimiento de una nueva tradición en Torrebaja, como es tomar las doce uvas de la suerte en la recepción del Año Nuevo en la plaza de la Iglesia, a los sones de las campanadas del reloj de la torre, cuya campana –Santa Marina- fue fundida en Sigüenza (1914), siendo párroco don Luis Tortajada, Alcalde don Emilio Gómez y Secretario don Francisco Valero.

            El nacimiento de una nueva tradición.
        Existe el consenso más o menos admitido conforme el tomar las doce uvas y el champaña para despedir el Año Viejo y recibir el Nuevo se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX, creyéndose que su inicio se halla en un excedente de uva entre los productores de Alicante y Murcia, para dar salida al producto. Con todo a mí me gusta creer que esta costumbre tiene un origen más popular y simpático; pues, frente a la tradición de la gente bien de tomar “uvas y champaña” en la cena de Nochevieja, “un grupo de madrileños decidió ironizar la costumbre burguesa, acudiendo a la Puerta del Sol a tomar las uvas al son de las campanadas”.[4] Bien podrían ser estos los antecedentes que dieron lugar a la tradición, aunque vaya usted a saber...
          En nuestro caso, la idea de ir a tomar las uvas y el champaña a la plaza de la Iglesia de Torrebaja –para ingerir los granos con el toque de la Santamarina- parte de la Comisión de Fiestas de Torrebaja, una activa entidad local de reciente creación.[5] La singular idea –por lo menos aquí nunca se había hecho algo parecido- se difundió por las redes sociales -principalmente facebook y la voz pública-; incluía el disparo de un mini-castillo y el encendido de una gran hoguera... La convocatoria advertía que las uvas y la bebida no estaban incluidas; había pues que llevarlas cada uno.
           Por la tarde del día de san Silvestre -cuya festividad se celebra el último día del año, como sabemos- un grupo de mozos fue a buscar leña a la parte de El Cau -frente a Mas de los Mudos (Castielfabib)-; la cargaron en un tractor y la trajeron al pueblo. Previamente habían extendido un lecho de tierra sobre el centro de la placeta, para evitar que el cementado se levantara, y rápidamente comenzaron a montar la hoguera, disponiendo un gran cono de leña sobre un corazón de objetos de madera inservibles.
          Poco antes de la media noche la gente fue acudiendo a la placeta de la Iglesia y congregándose en torno de la hoguera; predominaba los jóvenes, pero también había personas de edad, vecinos y forasteros... Aunque la mayoría eran conocidos y se felicitaban unos a otros, si bien no les uniera especial amistad o apenas se saluden el resto del año, porque emblemáticamente la Nochevieja se considera en nuestra cultura una noche muy especial, donde debe predominar la cordialidad y el buen humor. Cuando llegó la hora de la media noche, el reloj comenzó a tocar las campanadas, casi precipitadamente, con ausencia de cuartos... Los congregados ingirieron las uvas que portaban, casi sin masticar, hasta el punto que cuando los toques concluyeron a todos les quedaban más de la mitad; por suerte, no hubo ningún atragantamiento... Pero el inconveniente de las prisas del reloj tiene solución, será cuestión de dilatar las campanadas.
            Tras las uvas se hizo estallar un mini-castillo que iluminó de colores el cielo frío y estrellado de la primera noche del Año Nuevo, y se prendió fuego a la hoguera mediante una sonora traca. Los palos se encendieron de inmediato y pronto se iluminó la placeta con el  fulgor de las llamas, inundando de luz y calor la noche invernal... La madrugada del Año Nuevo tiene la magia de lo recién estrenado, en la que se hacen propósitos de mejora y bondad para el año que comienza: “Un año más” -dirán los optimistas-; “un año menos” -terciarán los pesimistas-. Y en estas estamos, aunque pienso que siempre hay que dar gracias -a Dios, a la vida...- por lo vivido y por lo que nos quede por vivir...
            Hubo quien se marchó enseguida de tomar las uvas, pero otros se quedaron hasta el último rescoldo de la hoguera, charlando, bromeando, haciendo fotos...; sin embargo, estimo que con independencia de lo que hiciera cada cual, tomar las uvas en la placeta de la Iglesia a los sones de la Santamarina puede ser el inicio de una hermosa tradición local... No en vano se trató de una reunión vecinal, para recibir juntos el Nuevo Año: ¿Acaso hay algo más valioso para la avenencia que un pueblo unido en la alegría o el dolor? -quiero pensar que no-.
            En cualquier caso, siempre habrá vecinos que prefieran tomar sus uvas y el champaña o la sidra en la intimidad de su casa o en el restaurante, con los familiares y amigos. Pero para las personas que viven solas es una estupenda oportunidad de estar acompañadas; y también para los que estas celebraciones les traigan recuerdos tristes -por haber desaparecido ya sus seres queridos u otras razones-; y en todos los casos en que predomine la añoranza y la soledad... Pues para combatir el aislamiento y la incomunicación nada mejor que la compañía de personas que nos conocen y que seguramente nos estiman más de lo que nos parece. En todo caso, siempre resulta recomendable compartir con los demás, aunque sólo sea nuestra presencia...
 
            El inicio de esta novedosa tradición bien podría compararse con lo que en sus comienzos fue la Cena de la vaca el último día de las fiestas patronales de agosto, asimismo comprable al siempre entrañable Homenaje a los mayores, acto que tiene lugar durante las mismas fiestas y en el que se agasaja al vecino de más edad en representación de todos los ancianos... Ambas ya están instituida como tradición, pues su persistencia se halla en relación con su contenido, hasta el punto que su devenir histórico alcanza varias décadas. ¿Por qué no podría suceder algo parecido con tomar las uvas y el champaña en la plaza de la Iglesia?
           Cuando comenzó a celebrarse la Cena de la vaca -esto fue en la segunda mitad de los años sesenta-, yo ya no estaba en Torrebaja, pero mis padres me lo contaban, entendiendo por sus explicaciones que era algo bueno y positivo para el pueblo. Mucha gente había emigrado por entonces, y no es casual que dicha celebración se concibiera en un momento de crisis, cuando muchos se preguntaban qué iba a ser del pueblo si todos se marchaban y los campos se abandonaban... Visto en perspectiva, la celebración de aquella cena comunitaria ponía en evidencia la necesidad de colaborar, de hacer algo juntos, de sentirse unidos frente a un futuro incierto... De ahí que el hecho de ponerse a pelar patatas, cebollas y zanahorias para el guiso de la carne -incluyendo la traída de leña para el fuego y la preparación de las calderas- fuera un hecho que implicaba una catarsis social, acto de purificación que reforzaba la identidad. Porque en el inconsciente colectivo del pueblo se intuía que algo malo podía suceder; de ahí que afanarse todos para hacer una cena juntos tuviera algo de ritual, como para conjurar un mal desconocido que acechaba en forma de despoblación y vaciamiento del mundo rural, de cambio en suma... Puede que mi aserción no sea más que un supuesto, pero lo cierto es que el pueblo –Torrebaja, el Rincón de Ademuz- ya no volvió a ser el mismo desde entonces.
            La Cena de la vaca ha pasado por distintos momentos de euforia y depresión, inclusive ha estado a punto de desaparecer, aunque se ha ido manteniendo con los años: unas veces ha consistido en paella, otras en simples regañados y no sé qué otras cosas más, pero siempre con idéntico espíritu de cena de hermandad en un lugar público -la plaza del Ayuntamiento- a la que se invita a familiares y amigos... ¿Qué tienen en común la Cena de la vaca y las uvas de Noche Vieja? Pues ser una celebración comunitaria en lugar abierto, basada en la ingestión de comida -guiso de carne, paella, uvas...-; acto que tiene mucho de rito y confraternización...

        El matemático, filósofo y metafísico francés René Guénon (1886-1952), muy conocido por el carácter espiritual de sus concepciones filosóficas -a la vez que por ser un gran divulgador de la Tradición Espiritual y manifiesto defensor de las civilizaciones tradicionales frente a Occidente-, destaca por su crítica de la civilización occidental desde presupuestos meramente metafísicos y no ideológicos o políticos.[6] En su particular léxico, el término “tradición” posee un sentido especial, pues con él alude a los “contenidos y prácticas transmitidos durante siglos que mantienen abierta una vía de acceso a la verdad absoluta del hombre y a la relación de éste con Dios y la creación”. En su concepción, entiende que “esta Tradición es única para toda la humanidad”; hasta el punto de que aunque superficialmente se manifieste de forma distinta en cada pueblo, país o religión, mantiene “siempre intacta la parte interior -que él llama “esotérica”- y que por definición entiende “inalterable e incomunicable”.[7] En este sentido, el filósofo razonaba que actualmente la cadena de la Tradición está rota -no hay más que ver la cantidad de tradiciones del santoral que todavía se conservan en nuestros pueblos, pero vacías de significado para mucha gente-; porque se ha perdido la noción de lo espiritual y trascendente... ¿Qué sentido tiene hoy celebrar a san Antón, con sus hogueras y la bendición de los animales...? Ninguna, casi ninguna, aparte de ser motivo de reunión de amigos y vecinos para encender un fuego y asar carne y patatas... –lo cual siempre está bien, pero que no necesita de excusa para llevarse a cabo-. En tiempos pasados, cuando la tradición estaba viva, la bendición de los animales de labor y del corral era esencial para intentar protegerles de la enfermedad y de la muerte, porque ello significaba la ruina familiar. Hoy ya no hay animales de labor, y apenas de corral, y sólo se bendicen las mascotas... Esto es, “sólo persisten sucedáneos (de la tradición) que no remiten a ninguna realidad trascendente”; pues nos hemos quedado con el cascarón de la tradición, donde la realidad interior se ha esfumado...
            Y quien dice de san Antón dice del pan bendito de san Antonio de Padua o de los rolletes de san Blas... En otra época no lejana dichos panes, además de consumirlos las personas, por sus presuntas cualidades protectoras -aunque el pan no era más que el vehículo, pues lo verdaderamente protector era la fe y la confianza en Algo superior-, se esparcían desmigajados por el corral o en el gamellón, para que los picotearan las gallinas, comieran los cerdos y demás habitantes del establo; otra forma de preservarles la salud y la vida, y la de sus propietarios, que de esta forma veían aseguradas sus necesidades proteínicas anuales, y alguna ganancia económica... Lo cierto es que la crisis del mundo rural –de la ruralidad, en suma- ha arrastrado consigo el calendario estacional y en parte el santoral, y todo lo que ello conlleva. Porque no nos engañemos; la crisis no es sólo del mundo rural, ni afecta únicamente a la economía... La señora Aurora Sánchez Fortea (Torrebaja, 1926), me decía:
  • <Otra fiesta bonita era el día de La Cruz, que se celebraba a comienzos de mayo, en que subíamos mucha gente a la ermita de san Roque, cantando las letanías: Santa María…, Ora pro nobis, Madre de Cristo…, Ora pro nobis, y una vez arriba, desde la placeta de la ermita, el sacerdote hacía la Bendición de los términos, como para proteger el municipio y todo lo que contenía… Pero cuando vino de sacerdote don Pedro-Manuel, tío de los Albertos, como era ya mayor y estaba algo grueso, dijo que él no subía a la ermita, y la fiesta se terminó. Te digo que era una fiesta bonita, sobre todo por el espectáculo que se divisa desde la ermita, con el pueblo a los pies, la vega del Turia y los manzanos que empezaban a florecer… También era muy celebrada la festividad de san Juan: la víspera por la noche los mozos preparaban enramadas en los balcones de las mozas que pretendían, hacían pasacalle cantando con guitarras y bandurrias, y al día siguiente había misa>[8]

            Resulta evidente que el mundo rural de nuestros padres y abuelos se halla definitivamente perdido, aunque continuemos con muchas de sus tradiciones; porque, aunque no lo percibamos directamente, contienen algunos elementos íntimos que nos conectan con el mundo trascendente, con la Tradición Espiritual de que hablaba René Guénon, esto es, con el Misterio Absoluto y la Divinidad... En todo caso, o recuperamos el sentido profundo de las antiguas tradiciones o creamos otras nuevas acordes a las necesidades del mundo actual; lo que no podemos hacer es vivir sin tradiciones y sin símbolos, en tanto representaciones perceptibles de lo que pensamos y sentimos en relación con lo que está más allá de lo comprensible o nos sobrepasa. Al respecto no puedo dejar de evocar un atinado pensamiento del filósofo francés Gustave Thibon (1903-2001), cuando dice que "las antiguas formas de la sociedad, al impregnar de sagrado casi todas las manifestaciones de la vida temporal, hacían el tiempo permeable a lo eterno y a Dios presente en la historia. Pero esta alianza de lo social y divino se desmorona en cuanto el hombre no reconoce otro dios que él mismo, ni otra patria que el mundo temporal transformado y desfigurado por sus manos". Y concluye con un escalofriante vaticinio: "Y se acerca a grandes pasos la hora en que la idolatría del porvenir le ocultará la eternidad" -este tiempo ya parece haber llegado, y será difícil eludir su influencia-. [Tomado del prólogo de "El silencio de Dios" (1967), obra del profesor Rafael Gambra Ciudad (1920-2004), editado por Ciudadela Libros, S.L., Madrid, 2007, p. 15].

         En suma: no sé si la tradición de tomar las doce uvas y el champaña en la placeta de la Iglesia de Torrebaja a los sones de la Santamarina tendrá continuidad -aunque sería estupendo que así fuera-. En todo caso, como ya afirmaba André Malraux: “La tradición no se hereda, se conquista...” -luego habrá que trabajarla-; esto es, llenarla de contenido espiritual, más allá de lo ocurrente y circunstancial. Es por ello que preconizamos una vuelta a la tradición, a la verdadera Tradición, aquella que nos conecta con las verdades últimas... En todo caso, felicitamos a la Comisión de Fiestas de Torrebaja por su singular iniciativa. Vale.

© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.
De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).



[4]  Doce uvas. (2012, 4 de enero). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 10:41, enero 4, 2012 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Doce_uvas&oldid=52694419.
[5]  Comisión de Fiestas de Torrebaja:https://www.facebook.com/profile.php?id=100002842788244
[6]  René Guénon. (2011, 29 de septiembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 22:54, enero 4, 2012 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Ren%C3%A9_Gu%C3%A9non&oldid=50152404.
[7] Tradición. (2011, 16 de noviembre). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de consulta: 23:10, enero 4, 2012 desde http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Tradici%C3%B3n&oldid=51441041.
[8] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2009, vol. III, pp. 67-68.

[Las fotos que se expone han sido tomadas de la Comisión de Fiestas de Torrebaja (Valencia)]

Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
Cortando leña para la Hoguera de Nochevieja (2011) de Torrebaja (Valencia).
Transportando leña para la Hoguera de Nochevieja (2011) de Torrebaja (Valencia).
Montando la Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
La Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).

Mozos que montaron la Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
Asistentes a la Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).

 Asistentes a la Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).

 La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).

  La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).

 La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).

  La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
 
 La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).

La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia). 
La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).

La Hoguera de Nochevieja en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
Asistentes a la Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
Asistentes a la Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
Asistentes a la Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
Asistentes a la Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).
Asistentes a la Hoguera de Nochevieja (2011) en la plaza de la Iglesia de Torrebaja (Valencia).

1 comentario:

Óscar Pardo de la Salud. dijo...

Alfredo me ha encantado tu post, y veo que enseguida has entendido la finalidad que se perseguía con la actividad, que era sobretodo que nadie se quedase sólo en casa en unos momentos tan especiales, que todo el mundo de forma gratuita pudiera disfrutar de la compañía y de la alegría de comenzar un nuevo año.
Creemos que la gente disfrutó y quedó contenta, así que claro que habrá que seguir haciéndolo; a ver si al año que viene somos muchos más y podemos repartir las uvas y la sidra de forma gratuita para todo el mundo, así como poner algo de música y ralentizar las campanas.
Gracias por tus ánimos y halagos, que eso venga de personas como tú, nos empuja a todos a seguir trabajando por hacer mucho más y mejor.
Un abrazo grande.