miércoles, 15 de febrero de 2012

DE LAS ESCUELAS Y MAESTROS DEL RINCÓN DE ADEMUZ EN OTRO TIEMPO (I).

Evocaciones y remembranzas de las escuelas de Torrebaja 
(Valencia) en mi infancia.




“Dos excesos deben evitarse en la educación de la juventud; 
demasiada severidad, y demasiada dulzura”
-Platón (427-347 a.C), filósofo griego.

"De los maestros de escuela decía que eran dichosos,
pues trataban siempre con ángeles dichosísimos,
si los ángeles no fuesen mocosos"
-Cervantes (1547-1616), El licenciado Vidriera (1613).





I.- Consideraciones previas.
El conocimiento relativo a los orígenes de las escuelas en el Rincón de Ademuz es escaso; no obstante, sabemos que sus comienzos se hallan vinculados a la Iglesia Católica y su interés por implantarlas... El objetivo del presente trabajo es hacer un breve repaso sobre los centros de enseñanza y los maestros del Rincón de Ademuz durante el siglo XX, incluyendo las referencias bibliográficas más lejanas (s. XVII-XVIII) y los testimonios recopilados por el autor en trabajos previos.

A mediados del siglo XVII, pontificando en Segorbe el fraile jerónimo don Francisco Gavaldá Guasch (1652-60), en su primera visita pastoral por la diócesis visitó casi todas las parroquias de su jurisdicción: en septiembre de 1653 estuvo en Puebla de San Miguel (día 20), de donde bajó hasta Torrealta (23) y Torrebaja (24), subiendo después hasta Castielfabib (25), de donde pasó a Vallanca (30) y Ademuz (3 de octubre), de allí partió para Santa Cruz de Moya (Cuenca), entonces perteneciente a Segorbe. La visita continuó en varias etapas hasta el año siguiente, de forma que en enero de 1654 arribó a Matet, La Vall y Algimia (29). El prelado “Recomendaba en los pueblos con especial celo las escuelas y la asistencia á ellas”, hasta el punto que, durante la visita a La Vall, dice:
  • Encargamos procuren enviar sus hijos á la escuela, pues tienen maestro que les enseñe, para que aprendiendo á leer, escribir, contar y cantar, puedan servir á la república así en el gobierno de ella y de sus casas, como en los ministerios de la Iglesia...[1]


Pupitres y encerado de las antiguas Escuelas Nacionales de Sesga-Ademuz (Valencia).


No es que don Francisco fuera republicano, pues como es de imaginar, cuando dice “servir á la república” se refiere a la res publica, a la “cosa pública”, bien común o Estado.[2] Es de valorar el sabio consejo del obispo a los padres, estimulándoles a enviar sus niños a la escuela, donde la hubiera; aunque lo cierto es que a mediados del siglo XVII en ninguno de los pueblos del Rincón de Ademuz había -que sepamos- escuela. Prueba de ello es que a finales del siglo siguiente, durante el pontificado del obispo fray Alonso Cano (1770-80) se comenzó la gestión ante el Estado para el establecimiento de maestro en algunos pueblos de la diócesis:
  • [...] hallando á los pueblos sin maestro, (el obispo) lo puso en los más de ellos, y además maestra de niñas en los diez ó doce más populosos, dotándolos de obras pías aplicables á este objeto, parte de los fondos parroquiales y algunos donativos.[3]


El prelado hizo lo que pudo, que fue bastante, pues consta que por iniciativa suya se pusieron escuelas en muchos pueblos de la diócesis, entre los que hallamos varios del Rincón de Ademuz.

Poblaciones del Rincón de Ademuz donde se puso maestro y maestra (1776).

POBLACIÓN
DOTACIÓN MAESTRO
(en reales)
DOTACIÓN MAESTRA
(en reales)

Ademuz

1.100
440
Ballanca (sic)
880
440

Castielfabib

660
330
    Cf. AGUILAR (1890/1975), tomo II, párrafo 491, pp. 562-563. Elaboración propia (2012).


El hecho de que se pusiera maestro y maestra en Ademuz, Vallanca y Castielfabib indica que estos eran los pueblos más importantes y poblados, y por este orden –estamos diciendo del último cuarto del siglo XVIII-, pudiendo deducirse por la cantidad de reales adjudicada la jerarquía poblacional de cada uno. En el resto de lugares de la zona no se pusieron docentes de inmediato, aunque se proyectó:

Poblaciones del Rincón de Ademuz donde se proyectó poner maestro y maestra (1776).

POBLACIÓN
DOTACIÓN MAESTRO
(en reales)
DOTACIÓN MAESTRA
(en reales)

Puebla de San Miguel

550
330
Torres (sic)
550
330
    Cf. AGUILAR (1890/1975), tomo II, párrafo 491, p. 563. Elaboración propia (2012).


Cuando dice “Torres” podemos entender que se refiere a Torrealta y Torrebaja, poblaciones entonces de señorío y sin ayuntamiento propio: Torrealta se hallaba en la jurisdicción de Ademuz y pertenecía a los Garcés de Marcilla mientras que Torrebaja estaba en término de Castielfabib y la disfrutaban los Ruiz de Castellblanque.



Pupitres y encerado de las antiguas Escuelas Nacionales de Sesga-Ademuz (Valencia).


II.- La escolarización de los pueblos del Rincón de Ademuz a mediados del siglo XIX.
Respecto a la escolarización de los niños de la zona, no hallamos más referencias hasta mediados del siglo XIX, en que se nombra a nuestros pueblos, con los siguientes datos escolares (Madoz, 1846, 1847 y 1849):

   
MUNICIPIO
DE CASAS
DOTACIÓN/
Nº NIÑOS
DOTACIÓN/
Nº NIÑAS
VECINOS/
ALMAS
Ademuz
800
3.000/ 97
1.235/ 75
724/ 3.033
Casas Altas
180
-
-
-
Casas Bajas
200
1.100/ -
-
170/ 730
Castielfabib
350
1.700/ 50
-
334/ 1.336
Puebla de San Miguel
75
800/ 30
500/ 26
83/ 316
Torrebaja
100


94/ 330
Vallanca
300
1.500/ 40
-
296/ 1.030
    Cf. MADOZ, Pascual. Diccionario..., Madrid, (1845, 1847 y 1849). Elaboración propia (2012).

¿Qué se enseñaba en las escuelas locales de entonces? Como es de imaginar, las materias básicas, "leer, escribir y la doctrina cristiana"; y a las niñas, además, "las labores propias de su sexo" (Madoz, 1846), esto es, economía doméstica. Para comprender mejor la realidad de los pueblos del Rincón de Ademuz a mediados del siglo XIX, conviene conocer, sin embargo, el comentario del estadista referido a las condiciones urbanísticas y de habitabilidad de casas o viviendas:


MUNICIPIO
Nº DE CASAS
COMENTARIO

Ademuz

800
de altura regular, pero de pocas comodidades, distribuidas en calles tortuosas y mal empedradas”
Casas Altas
180
bastante mezquinas en su interior y de aspecto pobre”
Casas Bajas
200
de mala construcción y pocas comodidades”
Castielfabib
350
"(Inclusa) la del Ayunt., (y) cárcel con calabozo”
Puebla de San Miguel
75
la del ayunt., y cárcel”
Torrebaja
100
de mediana fáb.”
Vallanca
300
inclusa la del ayunt., y cárcel”
    Cf. MADOZ (1845, 1847 y 1849). Elaboración propia (2012).

Al decir de Torrealta, el estadista no alude a que hubiera escuela en esta población, aunque a la fecha (1849) su término ya se había agregado a Torrebaja hacía unos años, “por no reunir los 30 vec., de la ley”.[4] Para ampliar datos sobre el período histórico y en relación con el tema objeto de estudio, debo remitir al lector a otros trabajos previos, donde se estudian pormenorizadamente los mismos datos y se exponen comentarios y conclusiones.[5]

Evolución censal de la población municipal y comarcal (1775-1852).
MUNICIPIO
1775
(vecinos)
1784-86
(vecinos)
1787
(habitantes)
1795
(vecinos)
1826
(habitantes)
1845
(habitantes)
1852
(vecinos)

Ademuz

414
505
2.311
486
1.808
3.033
754
Casas Altas
74
-
-
-
430
645
190
Casas Bajas
92
-
-
-
464
730
200
Castielfabib
260
200
868
282
1.258
1.336
377
Puebla de San Miguel
120
107
317
90
387
316
127
Torrebaja
42
50
214
86
450
330
165
Vallanca
160
300
932
249
1.006
1.030
300
Total comarcal
1.162
1.162
4.642
1.193
5.803
7.420
2.113
Hasta 1795, el censo de Casas Altas y Casas Bajas se incluyen en Ademuz. Tomás López (1775); Bernardo de Espinalt (1784-86); Floridablanca (1787); Obispado de Segorbe (1795); Miñano (1826); Madoz (1845); Obispado de Segorbe (1852). Cf. RODRIGO ALFONSO, Carles. El Rincón de Ademuz. Análisis geográfico comarcal, Valencia, 1998, p. 52. Elaboración propia (2022).


Alumnas y maestra (doña Carmen Miralles: 4ª por la derecha, fila del fondo) de las Escuelas Nacionales de Castielfabib (Valencia), ca.1949-50
[Foto cedida por la señora Conchita Asensio Martínez (Castielfabib, 1941): 5ª por la derecha, 3ª fila}.


II.- Testimonios bibliográficos acerca de las escuelas y los maestros del Rincón de Ademuz.
Los testimonios que se adjuntan corresponden a pasajes más amplios; aunque descontextualizados, sirven al propósito que se pretende, esto es, ofrecer una visión forzosamente somera -aunque integrada y conjunta- de lo que fueron las escuelas y maestros de la comarca a lo largo del siglo XX:

La señora Eusebia Martínez Gómez (Castielfabib, 1910-Torrebaja, 2008), hija de Guillermo y Trinidad, dice:
  • De muchachica, en Castiel, recuerdo que correteaba con las niñas de mi edad y con los niños, entonces había muchos, íbamos todos juntos y jugábamos en las eras, “a los pilares”, a “churro”, también “a las muñecas”..., hacíamos unos muñequicos de trapo, con su cabecica y jugábamos con ellos. Entonces nos hacían pocos regalos, y los Reyes consistían en unas esparteñas de las que hacían los pastores..., pero yo no fui a la escuela, no... Mi padre se había marchado a Cuba a ganar alguna perra, pues entonces había mucha necesidad en estos pueblos. Allí estuvo varios años, siete u ocho..., mandaba alguna carta y dinero, lo que podía el hombre. Se marchó mucha gente a América entonces... Mi madre, la pobre, aquí sola con nosotros..., mis hermanos a jornal y yo a cuidar una cabra y cordericos que teñíamos..., por eso no fui a la escuela: mi madre me preparaba los animales, les ponía un lazo al cuello y yo los ataba en el campo para que comieran, los trababa con el cordel a un palo que clavaba en el suelo, porque se me apoderaban y cuando se comían el rodal, los iba cambiando de sitio. Mi hermano Manuel iba a aprender letra a casa del maestro, por la noche, cuando terminaban las faenas del campo, pero las chicas no íbamos...[6]

El señor Emilio Jarque Fornas (Castielfabib, 1914), hijo de Emilio y Asunción, dice:
  • La escuela de niños (en Castielfabib) estaba en la planta baja de este edificio, que llaman la Casa de la Villa; arriba estaba el Ayuntamiento. Y la de las niñas donde está actualmente el Ayuntamiento, y enfrente estaba la vivienda de la maestra. En la escuela aprendí a leer y escribir, lo que se enseñaba entonces. Mi primer maestro fue don Eduardo Aunós, muy buena persona y también buen maestro. Íbamos unos cincuenta niños; a veces me encargaba yo de darles clase a los párvulos... Lo primero que hacía en cuanto me levantaba era ir a la iglesia, a tocar a misa. Después ayudaba a mi tío durante la celebración, volvía a casa, desayunaba, generalmente leche, y seguido me iba a la escuela, que empezaba a las nueve. Por la mañana la clase duraba hasta las doce, y cuando salía iba a tocar el Ángelus, (que) sólo eran tres toques de campana. Por las tardes empezábamos a las dos y terminábamos a las cuatro. Esto durante toda la semana, de lunes a sábado, y no había recreo. El primero de la clase era un primo hermano mío llamado Enrique y el tercero era yo. Después de la escuela de la tarde iba a merendar y a jugar con los demás niños, cada uno con sus amigos... Don Eduardo, el maestro, vivía en una casa alquilada; al final se marchó a Los Santos, una aldea de Castiel, donde estuvo varios años...[7]

Cuando el señor Emilio dice de su tío se refiere a don Enrique Fornas Lázaro (1879-1973), que fue cura párroco de Castielfabib durante más de treinta años, antes y después de la guerra.

El señor Manuel Marqués Tortajada (L`Escarène-Francia, 1914), hijo de Manuel y Florentina, dice:
  • Recuerdo que vivíamos en nuestra casa (de Puebla de San Miguel), que estaba en la calle del Sol, en un edificio que tiene un porche grande, frente a la antigua herrería; [...] Claro, cuando me llegó la edad, sobre los seis años, hacia el año 1920 sería, empecé la escuela, aquí en el pueblo. La escuela estaba en la plaza, en la esquina del fondo, al otro lado de la iglesia. Había entonces como un callejón entre dos casas, y allí estaba la escuela. Después la pasaron a este edificio que hay enfrente, el actual ayuntamiento. Los chicos estábamos en la planta baja y las chicas arriba. Y esa puerta estrecha que puede ver desde aquí era la entrada a las viviendas de los maestros; vaya, sí..., lo tenían bien montado. No se me olvidará nunca el nombre de mi maestro, pues a él le debo todo lo que sé... Le llamaban don Emiliano y era de Villel, un pueblo de Teruel. De Mas del Olmo venían cuatro muchachos a la escuela de la Puebla; claro, venían andando. No, de Sesga no venían, porque allí también tenían escuela y maestro... A veces el maestro nos castigaba y no salíamos de la escuela en todo el día, castigados hasta que venían los de la noche. Sí, por la noche también había escuela, para los mayores que trabajaban, para los pastores... Como los de Mas del Olmo tenían huertas, pues cultivaban zanahorias y los muchachos se las ponían en la bolsa de los libros. Para comer, claro. Porque los castigados se quedaban encerrados en la escuela todo el día, mientras los demás se iban a comer. Pero don Emiliano se dio cuenta, y al entrar revisaba los macutos y les quitaba las zanahorias: vaya, preparaba un buen montón de hortaliza.[8]

El señor Bienvenido Blasco Álvaro (Ademuz, 1915-2001), dice.
  • Una vez cumplidos mis primeros seis añitos [1920], me llegó, como era entonces costumbre, el día de comenzar a asistir a la escuela. Fue para mi (supongo que como para todos los nuevos) un día bastante difícil. Lo primero, por perder la libertad; después, por miedo a lo desconocido./ fue de la mano de Vicente Aparicio (el de la replaceta), ya fallecido, que era vecino mío y un poco mayor que yo. Ocurrió –me imagino- como cuando llegan los quintos al cuartel: tienen que aguantar todas las bromas que les gastan los veteranos. Bueno, pues una cosa parecida sucedió en la clase. Seguro que era una deuda que, como era tradición, había que pagar./ La escuela –no había otra para niños en el pueblo-, aunque era bastante amplia para acomodar a los 160 alumnos, tenía que aprovecharse en ella el espacio al máximo. Como pegado a lo largo de cada pared había un banco en el que nos sentábamos, apretujados, los más pequeños. En la pared, encima de nuestras cabezas, estaban colgados los cuadros con todas las letras del abecedario: el primero con letras grandes, el segundo con otras más pequeñas, y así sucesivamente hasta seis o siete cuadros. Nos daba lección alguno de los alumnos mayores. Con una regla nos apuntaba las letras y nosotros íbamos contestando. De seguido, o sea repetidas en el mismo orden, las aprendíamos pronto; pero cuando te las marcaba con el orden cambiado ya teníamos problemas./ El centro del aula estaba ocupado [...] pupitres con dos asientos plegables. Allí se ponían los mayores. En la parte alta y en medio del pupitre tenían el tintero para mojar aquellas plumas de coronilla con que escribíamos entonces. Todavía guardo el portaplumas y pluma que usé en la escuela, como recuerdo. ¡Cosas mías!/ De los mayores que asistían a clase recuerdo a Luis Andrés (a) Farriate, Salvador Camañas, Luis (a) el Gato, Joaquín, que era del cuartel (de la Guardia Civil), Froilán, etc. [...]/ El maestro era un hombre mayor que se llamaba don Juan. Tenía un hijo también en clase. El padre era (una) buena persona, pero si tenemos en cuenta el número de alumnos que tenía que gobernar..., pues a veces tenía que imponer orden y para esto disponía de una correa que, a fuerza de pasar por las manos de todos, ya se había hecho muy gruesa. Según era la travesura era el número de correazos. Y si alguna vez, por instinto, quitabas la mano, esto significaba un azote más./ [Don Juan] fue mi primer maestro; lo recuerdo con afecto./ Después (vino) uno o dos nuevos, que pasaron sin pena ni gloria; por fin vino otro don Juan. Era un hombre muy simpático y dicharachero. Todavía recuerdo la despedida que nos dispensaba al salir de clase. A nuestro: ¡Que usted lo pase bien! (él) contestaba: ¡Adiós, corazón sin trampa! Este hombre cayó muy bien, lo mismo él a los alumnos que los alumnos a él. Ya jubilado, siguió viniendo a Ademuz a pasar unos días con muchos amigos que dejó, especialmente el tío Antonio (a) el Rochingue./ Durante la estancia de este don Juan es cuando abrieron la segunda escuela, que estaba en una casa del tío Julián Zaragoza en la calle Mesón, pero cuya salida era por la de arriba: la calle Boticario. Era un amplio salón con bastante luz. En él había un aparte que era para casa del maestro. Era, como digo, un buen sitio para entonces y ya nos dividieron: los alumnos de la parte del Solano se quedaron en la escuela vieja y a nosotros -los de la Venta y el Molino [Nuevo]- nos tocó inaugurar esta nueva. Pero todavía tocábamos a 80 alumnos por escuela.
  • De los primeros maestros que pasaron por allí –dos o tres- apenas tengo recuerdo. Luego vino aquel con el que terminé mi formación escolar. Se llamaba don Aniceto Villalba Fonfría. Era de San Agustín, un pueblecito cercano a Teruel. Siendo pastorcico se había sacado su carrera (de maestro). Quiere decir que pertenecía a una familia humilde. Vinieron con él su madre ya mayor, “la tía Joaquina”, y una sobrinita, Adela, que daba clase con nosotros./ Este hombre dio nuevos aires a la escuela. Sin acortar las clases, nos sacaba al campo, todos formados en línea, jugaba con nosotros, etc. También nos relacionó con la escuela de niñas. Alguna tarde, después de clase, bajábamos a su escuela y él con doña Lolita, la maestra, no enseñaban canciones que cantábamos todos juntos, haciendo que surgiera una bonita amistad entre nuestras dos escuelas./ Don Aniceto enfermó de aquel azote que era entonces la tuberculosis. Yo ocupaba un lugar en la clase junto a él. Al principio todavía se defendía, pero en poco tiempo empezó a echar sangre por la boca y lo teníamos que acostar y seguir la clase nosotros. Su empeoramiento fue rápido y se marcharon a su pueblo. Al poco tiempo nos dieron la noticia de su muerte que, aunque esperada, nos afectó muchísimo, ya que con él perdimos, además de un maestro, a un amigo. Yo particularmente, a casi setenta años transcurridos desde entonces, lo recuerdo todo como si fuera reciente./ También guardo con mucho carió el portaplumas con que él escribía en su mesa de clase y un bastón que á le gustaba llevar en la mano y que me lo regaló a la hora de partir./ Ya después vino otro maestro, un hombre ya mayor, que por lo visto se dejó la familia en Valencia, a la que enviaba dinero, guardándose (un) poco de su sueldo para él, a juzgar por sus palabras: nos decía que cenaba pan y cebolla; no había mezcla. Cuando los matacerdos nos imploraba que le lleváramos alguna morcilla... En este caso era verdad aquello de: Pasas más hambre que un maestro de escuela...[9]

Niños de Ademuz (Valencia), s/f.
[Foto tomada de Ababol 15 (1998) 6].



La señora Manuela Sánchez Esparza (Torrebaja, 1917), hija de Román y de Vicenta, dice:
  • A la escuela se entraba por una puerta abierta en la fachada del frontón, junto al rincón de Los Picos y se subía por una escalera ancha que había... La escuela de las niñas estaba en la primera planta y la de los chicos en la más alta, pues íbamos a clases separadas, pero durante los recreos jugábamos todos juntos en la plaza. Hubo una maestra llamada doña Natividad, que estuvo muchos años en Torrebaja. [Aunque] Yo recuerdo más a otra, doña Nieves, que era de Teruel, muy moderna y elegante... Cuando íbamos a coger cerezas, si había que subir al cerezo, subía con nosotras. Vivía en la fonda de Las Lucías y nosotras íbamos a pasear con ella muchas veces, menos cuando venía su novio de Teruel, que era médico: entonces se ponía muy contenta y se iba con él... En aquel tiempo entrábamos a la escuela a los seis años y yo tenía que haberla dejado en 1931, cuando cumplí los catorce años, pero continué yendo... La maestra no despachaba a nadie, aunque hubiera cumplido la edad y la que quería continuar, continuaba./ Después –ya en la República-, la escuela de las niñas se subió a la carretera y los chicos se quedaron en la plaza, ocupando las dos plantas. Recuerdo que en la carretera jugábamos al tenis, haciendo unas rayas con clarión en la calzada –entonces pasaban muy pocos coches al día...-: utilizábamos unas raquetas de madera que la maestra mandó hacer en una carpintería de Teruel... Cuando la guerra, cerraron las escuelas, vino su novio, que era muy de izquierdas y se fue con él, después creo que se marcharon al extranjero, a América... Cuando terminó la guerra volvieron a España y desde Madrid parece que llamaron a la tía Lucia, para saber qué había ocurrido, lo que había pasado por aquí. Aparte de esto, yo ya no supe más de ella...[10]



El señor Arturo Calvo Narciso (Tóveda de Arriba-Castielfabib, 1919), dice:
  • Nací en Tóveda de Arriba en 1919... En 1924 mis padres fijaron definitivamente el domicilio de la familia en la aldea de Los Santos con el fin exclusivo de que mis hermanos y yo fuéramos a la escuela./ Mi único maestro fue don Gregorio Sacedo que era de Albarracín y vivía con su familia en el piso superior de la escuela. En un corral adjunto tenía sus animales domésticos./ Fue un maestro que entendía, impartía y practicaba la enseñanza bajo el lema “la letra con sangre entra”. Aunque esta nunca llegó al río, nunca le faltó debajo de la mesa una gavilla de mimbres con los que nos vareaba las manos y las puntas de los dedos unidos. Además nos soltaba algún que otro guantazo, calpizones y patadas en las posaderas y, si la memoria me es fiel, algunos tirazones de orejas./ Hoy considero que lo que nos propinaba era poco en relación con su enseñanza superior para desasnar a la vez a sesenta muchachos revoltosos, comprendidos en edades de 6 a 14 años, todos en la única aula, repleta de bancos, en la que nos sentábamos codo con codo, piojo con piojo, en distintos niveles de preparación, desde pollinos hasta jumentos. Juntos, pero no revueltos en los temas, faltando sólo rebuznar desde el trajín delantero de la gente menuda hasta el último banco de atrás, de los grandes./ Y era de ver cómo imponía disciplina, orden, silencio y aplicación. ¡Cuánto le tenemos que agradecer todos! Todos./ Yo pasé por todos los bancos, desde el pequeño hasta el grande. El Sr. maestro me tenía bien considerado por mi aplicación. A algunos de mis compañeros, que se quedaban estancados en los bancos delanteros, les jodía que ese que “ha venido de Tóveda” les aventajara... (Para ellos, decir que vienes de Tóveda significaba ser inferior. Yo lo entendía como un eufemismo sin valor, de cuyo sinónimo equivalente hacía caso omiso)./ Los tres niveles de clase correspondían al grado preparatorio, medio y superior, el cual se tenía a los 14 años. Ya no se podía llegar más adelante./ Yo salí de la escuela a los 12 años, y en invierno se habían organizado, en la misma escuela, cursos de noche que fueron dados por don Gonzalo Gómez, natural de Los Santos, que pertenecía a la primera promoción de maestros de la República (1931). Para estimular a la clase, tuvo la buena idea de organizar un modesto concurso premiando con un pequeño regalo al alumno que menos faltas tuviese en un dictado, del cual recuerdo que se trataba de un mancebo valetudinario que gobernaba Toledo por los años de.../ La sorpresa fue cuando el Sr. maestro anunció que era yo quien menos faltas tenía: 6. “Invenciones e inventores”; firmado por el Sr. maestro Gonzalo Gómez el 14.03.1933.[11]
Escuela de Niños de Los Santos-Castielfabib (Valencia),
siendo maestro don Gregorio Sacedo Martínez, año 1931
[Foto tomada de la revista Ababol 7 (1996), p. 11].




El señor Domingo Aparicio Hernández (Ademuz, 1922-2009), hijo de José y Ramona, decía:
  • Yo fui poco a la escuela (en Ademuz), pues siempre estaba con mi padre, vendiendo por esos pueblos. Pero todavía recuerdo al maestro, que llamaban don Juan. La escuela estaba en la plaza del Ayuntamiento, en una casa que hay al comienzo de la puerta del Solano. Una hermana de mi abuela, Carmen Antón, le hacía las faenas de la casa al maestro… Este maestro estuvo viniendo a Ademuz hasta hace poco, aquí pasaba las vacaciones. La escuela era una sala grande, con bancos y mesas, y éramos un montón de alumnos. Entonces había mucha necesidad, pero los muchachos íbamos bien limpios, sin una mancha ni un roto. En la escuela no había botijo ni estufa en invierno. El retrete era un cuarto con un agujero en una tabla, que estaba más limpia que esta mesa. ¡Ay del que lo dejara sucio…! Este señor, don Juan, vino de maestro a Sesga y de allí bajó a Ademuz. Entonces había escuela todos los días de la semana, menos el domingo. Por la noche también tenía escuela, pues daba clase a los mayores que trabajaban por el día. Algunos que ya habían hecho la mili, también acudían… En la escuela había una primera sección, para los pequeños, y en ese curso, a los 6 años, empezaban con un libro que llamaban "El Catón", y se escribía con lápiz. Los pequeños sólo tenían un banco, pero los de la segunda sección ya tenían mesa. Entonces había mucha disciplina y nadie hablaba en clase, si entraba una mosca en el aula se la sentía volar… El maestro era muy bueno y también bella persona. Todos los alumnos a los que dio clase se les notaba; mi primo, Juan Herrero Hernández (Ademuz, 1922), que vive en Torrebaja, también fue con él. Pregúntale y te lo podrá decir… Si te pillaba hablando no te librabas del guantazo, porque entonces los maestros arreaban bien… Don Juan era de Gandía y cuando se marchó para su tierra montó allí una academia. Además de don Juan había otros maestros, a uno le llamaban don Domingo y al otro don Martín, pero yo no fui con ellos. Éstos tenían la escuela en unas casas, por donde la carnicería del <Parra>, que está en una replaceta, donde hubo un horno. Claro, también había maestras para las niñas, pero no recuerdo sus nombres, excepto el de doña Carmen, que tenía la escuela donde don Juan, en el piso de arriba. [...] Los párvulos, que eran los niños de 3 a 6 años, iban aparte y tenían su aula encima del ayuntamiento, donde está ahora el salón de plenos.[12]


El señor Francisco Provencio Garrido (Torrealta-Torrebaja, 1924), hijo de Heliodoro y de Ángeles, dice:
  • [...] mi madre, la pobre, con parir tantos hijos no tenía salud, así que cuando se quedó embarazada del último -esto sería por el año 1927 ó 28- a mí me mandaron a Torrebaja con una hermana de mi madre que llamaban Francisca [Garrido Asensio]: mi tía estaba casada con el tío Federo y tuvieron varios hijos: Antonio, que fue veterinario, Cristeta y Amalia -ésta casó con un practicante llamado Ernesto-. Me crié en casa de mis tíos y primas, y en Torrebaja comencé a ir a la escuela. Recuerdo que mi primer maestro fue don Astrolabio -se refiere a don Astrolabio Garcés Gómez (Báguena, 1875-Torrebaja, 1933)-, que tenía un hijo y varias hijas: la escuela estaba en la plaza, donde el viejo Ayuntamiento. [...] Los chicos íbamos al segundo piso de la escuela del Ayuntamiento y las niñas al primero, y en la planta baja estaba la Secretaría, el calabozo y otra estancia. Fui varios años a aquella escuela; después me volví a Torrealta, pero como estaba la guerra –tenía yo sobre 12 años-, dejé de ir... Durante la guerra cumplí los 14 años y ya no volví a la escuela, pero estando ya en la aldea –esto después de la guerra- nos daba clase el cura, don Valentín –se refiere a don Valentín Alegre Martín (1884-1956)-: sí, él nos daba la lección en su casa por las noches, a mí y a mis hermanos, sobre todo al pequeño; lo poco que sé lo aprendí con él...[13]


El señor Armando León Valero (Vallanca, 1924), hijo de Justo y Vicenta, también recuerda a don Astrolabio Garcés Gómez (1875-1933), pues él ya vivía por entonces en Torrebaja:
  • Sucedió que cuando comencé a ir a la escuela (en Torrebaja) a los pequeños nos ponían detrás, varios en una misma mesa que cojeaba; y desde delante la empujaron y la mesa dio la vuelta, de forma que todos caímos al suelo. No sé por qué, pero el maestro, que era don Astrolabio, me agarró a mí de la oreja y me la retorció hasta hacerme sangrar. Esto sería por el año treinta o treinta y uno, cuando comencé la escuela... Mi madre fue a quejarse al maestro por lo ocurrido; no sé lo que le diría, pero ya no me dejó volver con él...[14]


El señor Miguel Sánchez Calvete (Torrealta, 1925), hijo de José y de Matilde, dice:
  • En Torrealta, la escuela de mi infancia estaba detrás de la Casa Grande, en la parte que llamaban El Jardín -hacia el otro lado estaba La Cerrada, todo había sido del barón de Andilla-: era un edificio particular de un solo piso, como un gran salón, al que se entraba por un descubierto, adosado al torreón por el poniente... Pero la mayoría de los días, durante la guerra, no había escuela, por temor a la aviación. Era una escuela mixta, de niños y niñas. Tuve varios maestros durante mi época de escolar. Recuerdo a don Cristóbal Serrano, que era de Tramacastiel (Teruel). Otro llamado don Juan, que procedía de Chelva (Valencia). Y también a otro llamado don José Güemez, de Libros (Teruel), que ya era mayor. En pocos días falleció él, su mujer y una hija que tenían... Pero el primero de todos fue don Primitivo, suegro de un guardia civil que estaba casado con una hija del tío Román, el carpintero -se refiere al señor Román Hernández Marín, de los Cesáreos-. Sí, el tío Román, al que le requisaron la casa nada más comenzar la guerra, al día siguiente cogió un caballo que tenía y se marchó: se pasó con los “nacionales” por la parte de Villel. Se instaló en San Blas, un pueblo de Teruel, donde estuvo toda la guerra y después se quedó allí; ya no volvió a Torrealta. Sí, parece que le fue bien allí... Como te decía, don Primitivo, el maestro, era un señor ya mayor, enfermo, que tenía atemorizada la clase; claro, por las bofetadas que daba: a un niño le dañó un oído del sopapo que le arreó. En aquella época era normal que los maestros pegaran...[15]


La señora Aurora Sánchez Fortea (Torrebaja, 1926), hija de Daniel y Lucía, dice:
  • Doña Nieves (la maestra de Torrebaja) vivía en una habitación de la parte alta de la fonda, que comunicaba con el aula. Allí tenía su cama, una mesa camilla y sillas, una librería, la estufa en invierno y bien, muy bien... Tenía mucho interés en que las niñas aprendieran. La que cogió con diez o doce años aprendió mucho con ella y todavía la recuerdan en Torrebaja. Ponía mucho entusiasmo en todo lo que hacía. Nos llevaba de excursión por la carretera –entonces no pasaban más de dos o tres coches al día-, y a los pueblos. Una vez fuimos a Los Santos y continuamos hacia Ademuz por el alto del Montecillo. [...] Recuerdo los pupitres de la escuela, que eran de madera, con un cajón debajo del escritorio y tinteros. También había bancos... Nos hacía escribir mucho al dictado, sobre todas las materias de educación. Para las lecciones nos hacía poner en corro... A mí las multiplicaciones me iban fatales, no había manera de que me las aprendiera. Pero un día me preguntó la tabla y se la dije de carrerilla; se quedó muy sorprendida, y me dijo: Aurora, ¿has estado toda la noche repasando? A ella le gustaba leer y tenía muchos libros: recuerdo un Quijote y una Sagrada Escritura grande, con preciosas ilustraciones de colores... Yo había aprendido a leer a los cuatro años, con mi hermana Elvira y cuando subí a la escuela, a los seis años, pues ya leía de corrido, pero los números se me daban mal... La señorita Nieves me dejaba el Quijote y yo me pasaba horas leyendo y mirando las imágenes. La maestra les preguntaba a mis hermanas si yo leía y como le contestaran que no sabían, pues pensó averiguarlo ella misma. Así que me preguntaba cosas sobre las aventuras de don Quijote y comprobó que sí, que lo leía..., pero yo era entonces muy pequeña, apenas tenía cinco o seis años, cuando ninguna de las de mi edad sabía leer. A veces doña Nieves nos castigaba, aunque los castigos físicos no iban más allá de alguna bofetada. El castigo que ponía era más psicológico que físico: hacía un gorro con una hoja de periódico, tipo triángulo, y te lo ponía en la cabeza, y así tenías que estar un buen rato en el balcón de la escuela, que daba a la carretera..., para que te vieran los que pasaban y te avergonzaras. Puedes imaginar que con este castigo las niñas evitábamos hacer algo malo....[16]


Cuando la señora Aurora dice de doña Nieves se refiere a la maestra de Torrebaja de entonces, doña Nieves Dourdie Yuste, que casó con don José Pardo Galloso (o Gayoso), médico gallego que fue subdirector de Higiene Materno-infantil de la Dirección de Sanidad de la IIª República y diputado por Izquierda Republicana al congreso de los Diputados por Teruel en las elecciones del 16 de febrero de 1936.[17]

El señor Rufo Antón Hernández (Ademuz, 1926), hijo de Camilo y de Domina, dice:
  • Terminada la guerra, durante algún tiempo fui a la escuela con don Vicente [Soriano Jiménez], un maestro de la Huerta del Marquesado (Cuenca), que había estado en la cárcel y estaba entonces aquí, desterrado... El hermano de aquel maestro era catedrático de medicina, y director del Hospital de San Pablo en Barcelona. Los padres de estos señores tenían la posada de su pueblo... Con aquel maestro aprendí algo, poco; porque lo que aprendías durante invierno se te olvidaba al verano... Bueno, algo se me quedaría... Mis padres le pagaban 15 pesetas al mes para que me diera clase. Los muchachos íbamos a su casa por las noches –de las siete de la tarde a las diez de la noche-, y allí nos daba lección a los que estábamos. Yo fui durante dos o tres temporadas. La vivienda la tenía alquilada, pues estuvo residiendo en varias casas; en la de Dámaso, también en la carretera... Después, aquel hombre, en cuanto terminó el destierro, se marchó a su tierra; hace algunos años aún vivía, pero yo ya no le he vuelto a ver...[18]
Respecto del hermano de don Vicente Soriano Jiménez, sabemos se trata de un acreditado médico, nacido en la Huerta del Marquesado (Cuenca), en cuya casa natalicia –calle de la Iglesia número 5- hay una placa conmemorativa, que dice: EN ESTA CASA NACIÓ EL/ DR. SORIANO JIMÉNEZ,/ CATEDRÁTICO QUE FUE DE/ LA FACULTAD DE MEDICINA/ DE BARCELONA./ SUS HERMANOS.
    Alumnos y maestros de las Escuelas Nacionales de Vallanca (Valencia), años 40.


    El señor Fermín Luz Yuste (Sesga-Ademuz, 1927), hijo de Francisco y de Carmen, dice:
    • La aldea se empezó a despoblar en los años cincuenta... Mi hija Carmen tiene ahora 57 años y ya fue muy poco a esta escuela; cuando tenía 7 años la cerraron (1957-58). Pero en mi tiempo claro que había. La escuela estaba encima del horno, junto a la barbería y la Casa Ayuntamiento. Entonces empezábamos a los 6 años y la terminábamos a los 14 años; a partir de esa edad ya no te admitían. Yo la emprendí sobre el año 1933, mediada la república. Era una escuela mixta, íbamos muchachos y muchachas, todos juntos, unos cuarenta o cincuenta..., según los años./ Mi primer maestro fue don Francisco, que era de Albacete. Estando aquí casó con una moza de Casas Bajas -Salvadora la llamaban- que era ya delantera... Sí, ya tenía sus años. Vivían aquí en la aldea toda la semana –porque el maestro tenía derecho a casa- y el sábado se bajaban a Casas Bajas. Allí pasaban sábado y domingo y el lunes por la mañana subían de nuevo a Sesga; sí, bajaban y subían andando, siguiendo el camino que nace donde la iglesia... Don Francisco fue mi primer maestro, y el último, porque no tuve otro. Con él empecé a leer y a escribir, y algo de números..., lo que enseñaban entonces. Tenía mi cartilla de leer, la libreta de escribir y los lápices. No había carteras entonces, todo lo llevábamos en una bolsa de tela.../ El maestro era bueno, pero aprendí poco, porque muchos días fallaba: que si el ganado, que si había que labrar... Si no fallaba ninguno es que estaba lloviendo o nevaba. Eso es lo que nos pasó a los de mi tiempo, que aprendimos poco por el trabajo. El maestro renegaba y se enfadaba con los padres, porque no asimilábamos; pero no podía con ellos, porque había mucha faena que hacer... Recuerdo que llevábamos un tarugo de leña a la escuela, tanto los chicos como las chicas, que también se calentaban. Porque aquí hacía mucho frío, por eso había estufa... A media mañana teníamos recreo, y nos íbamos a jugar donde el frontón. El maestro estaba por allí, con nosotros, y cuando llegaba la hora de entrar, llamaba: ¡Venga muchachos, para adentro, que se ha acabado el recreo...! Y todos entrábamos en silencio, cada uno a su sitio, porque al maestro se le respetaba mucho. Mi maestro y su mujer pasaron aquí la guerra. Después hubo otros maestros –yo ya no iba a la escuela-, entre ellos un tal don Felipe, que era de Ademuz, pero todos estuvieron poco.[19]

    El señor Antonio Díaz Díaz, alías Antonino (Arroyo Cerezo, 1936), hijo de Pascual y Generosa, dice:
    • Yo entré en la escuela a los seis años (1942), cuando se empezaba en aquel tiempo... No sé cuánta gente habría aquí entonces, unos cincuenta o sesenta vecinos quizá, pero todas las casas estaban ocupadas. Algunas casas se han juntado, como la mía, que eran dos casas, otras han desaparecido. Entonces no había escuela, las clases se daban en una casa que el ayuntamiento tenía alquilada, estaba por encima del molino. Íbamos una treintena de muchachos, chicos y chicas juntos, los de seis años que acababan de entrar con los de catorce, que ya se salían... A cada unos nos darían la clase que fuera, pero el maestro era el mismo. Mi primer maestro fue una señora de Los Santos, doña Aurelia, que estuvo mucho tiempo, veinte años estaría, después se bajó a Castielfabib, allí se jubiló... Después hubo otra maestra, a la que llamaban doña Pura, que era valenciana. Vino después otra a la que decían doña Angelita, también de Valencia. La que vino después fue doña Piedad... Doña Piedad estaba casada con un hombre al que llamaban don Manuel, no sé qué sería pero era muy aplicado. Ella era la maestra, pero él hacía también de maestro cuando salía, y de practicante, aquí y en La Veguilla... Claro, se apañaría con los médicos: Entonces la cosa estaba así... Doña Piedad tenía tres hijos, dos chicas y un chico que era de mi edad, los tres venían a la escuela. Después de doña Piedad vino otra a la que decían doña Dolores, que era ya mayor... Los muchachos se le escapaban de clase, no los podía controlar..., claro, los muchachos hacían lo que querían de ella. En mi infancia hacía mucho más frío que ahora, en la escuela había una estufa, cada alumno llevaba un palico de leña, después los vecinos llevaban cargas, para que los muchachos no tuvieran que llevar cada día su tarugo. No, no me acuerdo de los libros que llevábamos a la escuela, sería cartillas de leer, libretas para escribir y alguna enciclopedia, no recuerdo. Primero se aprendían las letras, a leer y escribir, luego las cuatro reglas: sumar, restar, multiplicar... El edificio de las Escuelas lo construyeron en la segunda mitad de los cincuenta, yo ya no fui a ella, pero mi sobrino sí que fue... Se construyó estando Samuel de secretario en Castiel. Samuel se crió en Veguillas, donde su padre era maestro, y Cándido el padre de mi sobrino Jesús y Samuel fueron juntos a la escuela en Veguillas, eran de la misma quinta y muy amigos. Una vez el padre de Jesús estaba labrando con el par en una finca junto a la carretera de Veguillas y alguien que iba tomando notas por ahí, no sé si escritor o periodista, le hizo una fotografía. Tiempo después Samuel vio la fotografía en una revista en Madrid y le reconoció: Pero si éste es Cándido -dijo-; sacó copia de la foto y se la trajo...[20]

    Se alude aquí al señor Samuel, secretario que fue del Ayuntamiento de Castiel... Se refiere a don Samuel Rubio Herrero (Fonsagrada-Lugo, 1924), interesante personaje, enamorado de la historia del Rincón de Ademuz y autor de varios libros: Biografía del Sabio Naturalista y orientalista valenciano D. Simón de Rojas Clemente y Rubio (Madrid, 1991); Historia verdadera de la Cruz que chilla y fundación del Hospital de San Joaquín (Valencia, 2001); Montes y gancheros de la comarca del Rincón de Ademuz (Valencia, 2006).


    El señor Agustín Chicharro Navarro (Ademuz, 1944), hijo de Antonio y Agustina, dice:
    • Sí, claro que fui a la escuela, aunque la aproveché poco… En mi tiempo había varias escuelas: En la planta de arriba del Ayuntamiento había dos aulas con niñas; la secretaría estaba abajo, daba a la plaza. Detrás del Ayuntamiento, en la Casa del Calabozo también había una escuela; allí estuvo de maestro don Gregorio, natural de Casas Bajas. Otra estaba en un edificio que había a la izquierda, según se sale de la plaza hacia El Solano: Allí había dos aulas más, una de mayores arriba y la de párvulos abajo. Yo fui con don Pedro, un maestro de la familia Férriz; la escuela estaba en un edificio particular, donde La Cabaña, y creo que había otra por el centro del pueblo… Pero ya te digo que fui poco, porque desde antes de morir mi padre sólo iba por las mañanas, ya que por la tarde tenía que llevar a pastar una oveja y una cabra que teníamos: Me mandaban y tenía que ir a pacer los animales... Me fastidiaba, porque por las tardes daban un buen trozo de queso amarillo para merendar que me gustaba mucho -me lo comía con un trozo de pan que traía de casa-; pero por ir con los animales no podía recogerlo. ¿Por dónde pastoreaba?, pues por la parte de El Trapero y El Sanguinar, unas partidas por encima de la Fuente Vieja... Por las mañanas en la escuela daban leche en polvo, al principio la preparaba el maestro. Pero después buscaron alguien con cargo al Ayuntamiento: Como mi madre se había quedado viuda con tres chicos le dieron a ella el trabajo, y yo tenía que ir a buscar aliagas, espliego, romeros y sarmientos para calentar la leche… La leche en polvo había que deshacerla en agua caliente; esto lo hacía mi madre en la planta baja de la escuela del Solano, donde los parvulitos: Allí había un cuarto y la preparaba, después tenía yo que repartirla para las siete aulas que había en Ademuz: Las ollas las llevaba pasando un paño por las asas y el asidero de la tapa, haciendo un lazo; a veces llevaba dos ollas cada vez… No, entonces yo ya había dejado la escuela, esto sería cuando tenía 14 ó 15 años –por el año 1958-59-: Por esa época mi hermano Antonio empezó de aguador con las brigadas de los pinos, y después fui yo... A esa edad todavía no podíamos trabajar, pero el alcalde intercedió para que nos dieran el trabajo como pinches, porque nuestra situación familiar era mala, muy mala... Claro, para nosotros fue un alivio, igual que lo de mi madre con lo de la leche: De comer no teníamos mucho, pero leche bebíamos toda la que queríamos; además, a ella le pagaban algo... Sí, fueron tiempos malos para nosotros: Con la enfermedad de mi padre gastamos todo lo que él había ahorrado de la siega y cuatro cabras y una oveja que teníamos; porque seguridad social como ahora no había... Esos son algunos de los recuerdos que tengo de mi infancia y de mis padres…[21]


    El señor Ramón Mañas Aguilar (Los Santos-Castielfabib, 1946), hijo de Ramón y Pilar, dice:

    • Cuando yo tenía sobre 8 años vino un nuevo maestro, don Manuel Pérez Gimeno, que vivía en Torrebaja y subía con una moto “Guzzi” que tenía. Muchas veces se le estropeaba a medio camino y tenía que continuar andando. Don Manuel fue mi mejor maestro y con él alcanzamos muchos de nosotros nuestro desarrollo. Él fue quien me hizo la Cartilla de Escolaridad, que todavía conservo con cariño... Un compañero mío, Luis Novella y yo éramos los primeros de la clase. Sí, yo con él subí como la espuma, teníamos muy buena relación y aprendimos mucho, todo lo que se podía aprender entonces en la escuela. Estudiábamos con aquellos libros de la Enciclopedia Álvarez, de los que había tres grados, y los ejercicios los hacíamos en unas libretas que comprábamos en la tienda. Entonces se escribía con pluma que se mojaba en un tintero que había en el pupitre, los bolígrafos no existían. En aquellas libretas hacíamos los ejercicios y don Manuel se las bajaba a Torrebaja para corregirlos, luego te ponía bien, mal o regular. Los lápices, gomas y plumas los llevábamos en un plumier. Yo tenía una cartera de cuero como no había otra en la aldea, una cartera que me había mandado alguna de mis tías de Barcelona. Nosotros les enviábamos manzanas y ellas nos correspondían con otras cosas, y un año fue la cartera que te digo, entre otras cosas. Cuando yo me marché a Barcelona la cartera se la regalé a Vicente el Faldetos, cada vez que nos encontramos me lo recuerda... Cuando ya fui mayorcito vino don Manuel varias veces a mi casa, para tratar de convencer a mis padres y que me enviaran a un instituto, pues decía que yo valía para el estudio; pero mis padres eran gente muy humilde y no hubo manera...[22]]

                Y continúa: 

    • Recuerdo que, periódicamente, los mayores de la escuela subíamos con un mulo a Castielfabib para recoger los sacos de leche y queso de la ayuda americana que llegaba a las Escuelas Nacionales de la España de entonces... Alguna vez subí con Luis Novella, pero otras veces iban otros: Los sacos de leche en polvo, que pesaban unos cincuenta kilos, los cargábamos en los cujones del serón, junto con unos bidones donde venía el queso... Don Manuel iba sacando el queso, que venía como embutido y lo cortaba a tajadas, para después trocearlo en forma de triángulo; el queso tenía un color entre anaranjado y amarillo, y lo comíamos por la tarde como merienda... Por aquella época decidieron reformar las escuelas viejas -el edificio estaba junto a la cabecera de la iglesia-: El tiempo que estuvieron obrando en las escuelas trasladaron todo el material a una casa del tío Avelino que hay a la entrada de la aldea, una que tiene la fachada de ladrillo... En el segundo piso se habilitó la escuela, y es ahí donde se hacía lo de la leche y el queso que te cuento... Para hacer la leche bajábamos a la acequia por agua y la subíamos con un cubo: El agua se echaba en una olla que poníamos sobre la estufa y cuando estaba caliente se le añadía la leche en polvo necesaria para hacer la leche, y se la batía para deshacer los grumos... Claro, los chicos llevábamos un tazoncito para poner la leche y un trozo de pan para hacer sopas; no sé si llevaríamos también azúcar, eso no lo recuerdo... Ya te digo que la leche se hacía sobre la estufa, pero los chicos no llevábamos un tarugo de leña tal en otros lugares: Como en Los Santos había una serrería, utilizábamos como combustible el serrín que se producía al cortar las maderas... Para recogerlo bajábamos a la fábrica un par de chicos mayores con un mulo, como en el caso de la leche a Castiel, llenábamos varios sacos y los subíamos a la escuela: La estufa era redonda, como de un metro de alta y con cuatro patas, para cargarla utilizábamos un cilindro que poníamos en el centro y el serrín alrededor, bien apretado... Después se sacaba el rulo con cuidado y se la daba fuego a través de la mirilla, prendiéndola por abajo: El serrín bien prieto ardía sin llama y producía mucho calor, suficiente para caldear el aula y calentar la olla de la leche... De todo lo referente a la estufa y a la leche nos encargábamos los alumnos mayores: Claro, era el sistema de calefacción de entonces, ecológico y barato; porque en la serrería no nos cobraban nada.[23]

    Evolución censal de la población municipal y comarcal (1900-1960).

    1900
    1910
    1920
    1930
    1940
    1950
    1960

    Ademuz

    3.415
    3.751
    4.092
    3.961
    3.866
    3.373
    2.827
    Casas Altas
    720
    702
    721
    775
    775
    680
    512
    Casas Bajas
    1.228
    1.300
    1.258
    1.258
    1.327
    1.090
    886
    Castielfabib
    2.427
    2.641
    2.393
    2.200
    2.194
    1.905
    1.444
    Puebla de San Miguel
    388
    388
    437
    410
    414
    381
    315
    Torrebaja
    910
    972
    1.057
    952
    1.007
    947
    783
    Vallanca
    1.083
    1.189
    1.236
    1.026
    1.047
    983
    786
    Total comarcal
    10.171
    10.943
    11.194
    10.582
    10.630
    9.362
    7.553
    Tomado de RODRIGO ALFONSO (1998), p. 52.

    Alumno de las Escuelas Nacionales de Torrebaja (Valencia), curso 1944-45.


    Tras el pico poblacional de 1920, década en que el Rincón de Ademuz alcanzó 11.194 habitantes, la comarca comenzó a decrecer aceleradamente por la emigración a Cataluña y Valencia, especialmente a partir de la década de los cincuenta. Curiosamente, sin embargo, fue en esta época (1955-65) cuando se construyeron nuevos centros escolares para las Escuelas Nacionales y Centros Rurales de Higiene, más conocidas como “Casa del Médico” en la comarca (Ademuz, Casas Altas, Casas Bajas, Castielfabib, Puebla de San Miguel, Torrebaja, Vallanca), lo que no es casual pues dicha época coincidió con el denominado Despegue económico (1951-57), concepto sociopolítico que pertenece al final de la Era Azul del franquismo, caracterizado por el deshielo internacional y la dependencia económica y militar de España respecto de los Estados Unidos. Dicho período enlaza con el denominado de la Tecnocracia (1957-73), otra época en que se produjo una excelente coyuntura económica, cuando los ministros falangistas fueron sustituidos por tecnócratas, término popularmente asociado al Opus Dei y a la burguesía financiera.[24] De esta época data precisamente la construcción del instituto “Virgen de la Huerta” en Ademuz, merced a la benéfica asociación del Ayuntamiento de Ademuz y la Iglesia Católica, y que tan buenos efectos tuvo sobre las familias y el alumnado de pueblos del Rincón de Ademuz y entorno comarcal, desde Libros (Teruel) hasta Santa Cruz de Moya (Cuenca). Arribados a este punto bien merece la pena hacer un homenaje a los promotores de aquella genial iniciativa: don Carmelo Ciganda Nevado (Puente la Reina-Navarra, 1923-2004) cura párroco de Ademuz y don Andrés Soriano Pescador (Ademuz-Valencia, 1930-2008), alcalde de la villa, de cuya sociedad surgió el colegio-instituto ademuceño.



    Como contrapunto del período histórico conviene conocer algunos datos estadísticos de reciente publicación: “Estadísticas históricas de España: siglos XIX-XX/ edición en tres volúmenes coordinada por Xavier Tafunell Sambola, Albert Carreras i Odriozola, Barcelona, 2005.

    CONCEPTO
    AÑOS 30
    AÑOS 50
    Esperanza de vida al nacer
    50 años
    62 años (1950)
    Mortalidad infantil
    34,7 por mil (1935)
    12,5 por mil (1950)
    Estatura media reclutas
    165 cm (1935)
    168 cm (1950)
    Número de maestros
    52.000 (1934)
    78.000 (1950)
    Número de alumnos por maestro
    64,7 (1934)
    41 (1950)
    Enseñanza secundaria
    124.000 alumnos (1934)
    [34.000 alumnas]
    215.000 alumnos (1950)
    [75.000 alumnas]
    Tomado de Tafunell y Carreras (2005). Citado por Pío Moa (2011).


    Cabe decir que tanto la esperanza de vida al nacer, como la mortalidad infantil y la estatura media de una población se halla en relación con la calidad de vida de aquella, extensivas a las medidas preventivas higiénico sanitarias y a la cantidad y calidad de la alimentación. En este sentido, “los años 40 distaron mucho de ser una década perdida, y sus logros son mucho más destacables al tener que enfrentarse el país a condiciones mucho más difíciles” –Pío Moa dixit-:[25] se refiere a la inmediata posguerra y a la segunda guerra mundial (1939-45), a la implantación de la cartilla de racionamiento, al estraperlo del mercado negro, al maquis, al bloqueo internacional y al consiguiente período de Autarquía (1945-51) que produjo. Es por ello que los datos estadísticos expuestos resultan tan llamativos en aquella época de carestía, incluso inesperados, por no decir increíbles... De ahí que hablar del franquismo en su conjunto como una época de estancamiento, triste y gris no sea creíble, producto de la propaganda, la literatura y el cine más tendenciosos; sean los datos estadísticos mostrados prueba de que es necesario poner en duda muchos conceptos admitidos como dogma por cierto sector de ciudadanos, pues lo que el periodo necesita es una amplia revisión.

     
    A propósito, el escritor e hispanista británico Gerald Brenan (1894-1987)[26] en el prólogo a la primera edición inglesa de El laberinto español (1943), que constituye un interesante aunque discutible estudio sobre los antecedentes sociales y políticos de la Guerra Civil, recoge un comentario de Carlos Marx (1818-83), quien ya en su tiempo decía que la historia de España se conocía mal, imperfectamente, como también sucedía con la de Turquía... Según el militante y comunista alemán, ello se debía a que los estudiosos de la historia “en lugar de considerar la fuerza y los recursos de estos pueblos en su organización provincial y local, han bebido en las fuentes de su historia cortesana” –y también en la ideológica y política antes que en la tozuda realidad historiográfica y documental-. Concluye el británico que “sólo si se describe por separado cada pieza de la maquinaria política y económica, sólo si se tienen plenamente en cuenta las cuestiones regionales y si se ponen de manifiesto las influencias recíprocas de todas las organizaciones locales y de los diversos sectores de la sociedad, sólo entonces podrá llegarse a algo que se aproxime a una imagen exacta” de cada momento histórico y de la Historia en general; esto último lo digo yo... En todo caso, hacía hincapié en la importancia "del sentimiento regional y municipal", esto es, en la necesidad de conocer la historia local y más inmediata, yendo de lo particular a lo general.



    __________________________________________ 
    [1] AGUILAR, Francisco de Asís (1890/1975). Noticias de Segorbe y de su obispado por un sacerdote de la diócesis, Segorbe, 1890/ Valencia, 1975, tomo I, párrafo 391, p. 436.
    [2] Cf. Wikipedia, voz Res publica.
    [3] AGUILAR (1890/1975), tomo II, párrafo 491, p. 562.
    [4] MADOZ, Pascual (1849). Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, tomo XV, p. 72.
    [5] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2008). Las escuelas del Rincón de Ademuz a mediados del Ochocientos, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. II, pp. 159-164.
    [6] ID (2008). Eusebia Martínez Gómez (Castielfabib, 1910), la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. II, p. 88.
    [7] ID (2009). Emilio Jarque Fornas, la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, p. 104.
    [8] ID (2009). Manuel Marqués Tortajada, la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, p. 216.
    [9] BLASCO ÁLVARO, Bienvenido. Mis años escolares, en revista Ababol 15 (1998) 5-7.
    [10] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2008). Manuela Sánchez Esparza, la persistencia de la memoria, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. II, pp. 167-168.
    [11] CALVO NARCISO, A., Recuerdos breves, en revista Ababol 6 (1996) 29-30.
    [12] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2009). La guerra civil española en el Rincón de Ademuz, en Del pasaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. III, pp. 136-137.
    [13] ID (2011). Francisco Provencio Garrido, natural y vecino de Torrealta, en la web Desde el Rincón de Ademuz, del sábado 10 de diciembre de 2011.
    [14] Ibídem.
    [15] SÁNCHEZ GARZÓN (2009), p. 170.
    [16] Ibídem, p. 56.
    [17]  Ibídem, pp. 58-59.
    [18] Ibídem, p. 249.
    [19]  Ibídem, pp. 130-131.
    [20] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Antonio Díaz Díaz, (a) Antonino, natural y vecino de Arroyo Cerezo (Castielfabib), en la web Desde el Rincón de Ademuz, del domingo, 17 de abril de 2016.
    [21] ID. Agustín Chicharro Navarro, Guardia Civil jubilado, en la web Desde el Rincón de Ademuz, del domingo 10 de febrero de 2013.
    [22] ID. Ramón Mañas Aguilar, natural de Los Santos (Castielfabib) y vecino de Mallorca, en la web Desde el Rincón de Ademuzdel jueves 30 de agosto de 2012.
    [23] Ibídem.
    [24] MIGUEL, Amando de (1975). Sociología del franquismo, Editorial Euros, Barcelona, pp. 32-33.
    [25] MOA, Pío. Datos de los años 40, en la web LibertadDigital, del miércoles 6 de julio de 2011.
    [26] Cf. Wikipedia, voz Gerald Brenan.


    GALERÍA FOTOGRÁFICA.

    Alumnos de la Escuela de Torrebaja (Valencia),
    siendo maestro don Astrolabio Garcés Gómez (1875-1933), ca.1926.

    Alumnas de la Escuela de Torrebaja (Valencia),
    siendo maestra doña Nati, ca.1928.

    Alumnas de la Escuela de Torrebaja (Valencia),
    siendo maestra doña Nati, ca.1928.

    Alumnas y maestra de la Escuela Nacional de Torrebaja (Valencia),
    posando en las gradas de La Cruz de los Caídos, ca.1940-45.

    Alumnas y maestra de la Escuela de Niñas en Torrebaja (Valencia), ca.1940-45.

    Alumnos de la Escuela Nacional mixta de Negrón-Vallanca (Valencia), ca.1965-70.

     Nuevo Grupo Escolar "Jaime I el Conquistador" en Vallanca (Valencia); derecha, arriba.

     Detalle del nuevo Grupo Escolar "Jaime I el Conquistador" en Vallanca (Valencia).

    7 comentarios:

    Unknown dijo...

    Buenos días, estoy realizando la tesis doctoral y necesito fotografías de la escuela del s.XX. He visitado su blog y estaría interesado en algunas de ellas para ilustrar mi tesis. Obviamente se citaría su blog como fuente de las imágenes.
    Quedo a la espera de su respuesta. Mi correo es igferrandis@yahoo.es
    Un saludo y gracias por su atención
    Ignacio

    PD: Para poder editar un comentario he tenido que entrar en una cuenta de google compartida. Por favor, para ponerse en contacto conmigo utilice el correo igferrandis@yahoo.es

    Unknown dijo...

    Por favor, necesito su dirección de correo ordinario para poder enviarle un documento muy interesante sobe la escuela de Los Santos. Mi correo es carlossegura@ono.com.Gracias

    ALFREDO SÁNCHEZ GARZÓN dijo...

    Hola, no sé si ya le he respondido a través de su correo electrónico; en cualquier caso, puede utilzar usted las fotos que necesite, cifrando la referencia. Un saludo.

    ALFREDO SÁNCHEZ GARZÓN dijo...

    Buenos días, Epa Alaquas: le adjunto mi correo personal, para lo que guste... Saludos y gracias.-

    Marian Férriz Blasco dijo...


    Que recuerdos mas bellos me han traido leyendo tu articulo. Mi madre me contaba sus andanzas en la escuela de Ademuz, y he de decir que es un excelente artículo. Gracias Alfredo por hacernos llegar por las redes estas historias de nuestra amada tierra.
    Un abrazo

    Daniel G.A. dijo...
    Este comentario ha sido eliminado por el autor.
    Daniel G.A. dijo...

    Hay una parte de las historias de las escuelas olvidada, supongo que por lo desagradable y terrible de la guerra civil.
    Mi abuelo, hombre de paz y orden, hijo de pobres jornaleros con unas pequeñas tierras, único en empeñarse en estudiar, para maestro, y curar ese mal que era el analfabetismo de su pueblo y toda España, cosa que le costó no pocos castigos físicos de su padre por abandonar las tareas del negocio familiar, por el dichoso destino fue llamado a filas a mediados de 1937. A finales de noviembre de 1937 embarcado desde Gran Canaria hacia la península al frente de Teruel, entrando en combate desde finales de diciembre, hasta principios de febrero de 1938. Participó en la toma de un pequeño pueblo, pasando mucho frío.
    Ese pueblo era Casas Bajas.
    Una vez tomado el pueblo impartió clases en la escuela de Casas Bajas, habiéndolo hecho un mes antes a soldados analfabetos.
    Supongo que un pueblo que es conquistado por la fuerza, no debe guardar buen recuerdo de aquellos días, no obstante, pienso en mi abuelo, alguien que rechazaba la violencia, y que en cuanto tuvo una ocasión dejó el rifle para bajo órdenes de sus superiores hacer lo que mejor sabía, impartir educación cultura y un futuro mejor a aquellos niños.

    Un saludo del nieto de uno de aquellos hombres que se vio obligado a ir a una guerra que la gran mayoría no quiso hacer