viernes, 16 de marzo de 2012

EL RINCÓN DE ADEMUZ VISTO POR EL BOTÁNICO CAVANILLES (y II)


Repaso a la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos de la zona 
en la última década del siglo XVIII.

--Segunda parte--

Viene de:


[...] el derecho de propiedad excita en el hombre ideas útiles,
que ni la pobreza ni la esclavitud pueden conocer”.
Antonio J Cavanilles (1797)





            
En tiempos de Cavanilles las tierras de regadío en Castiel permitían unos 300 jornales anuales; los secanos eran muy extensos y en años regulares los vecinos recogían cuantiosos frutos: trigo, maíz, cebada, avena, nueces, cáñamo, fruta y hortaliza. Le llama la atención la falta de almendros, razón por la que el botánico aconseja su cultivo, a la vez que manifiesta su asombro ante los “monstruosos” nogales del término. El cultivo de almendros no se generalizó hasta los años cincuenta y sesenta, aunque su producción se ha visto condicionada por la climatología de la zona, con heladas tardías, hasta el punto que de tres cosechas sólo una es rentable. Con todo, el número de almendros llegó a cifrarse en un millón de árboles...

Rendimiento anual de cultivos en el término de Castielfabib, en tiempos de Cavanilles (1792).
CASTIELFABIB
PRODUCCIÓN
Avena
800 f.
Cáñamo
250 a.
Cebada
800 f.
Fruta
Mucha
Hortaliza
Mucha
Maíz
1.600 f.
Nueces
10 f.
Trigo
9.600 f.
                Elaboración propia (2012). Nota: (a) arrobas; (f) fanegas.

Almezo (Celtis australis L.) en el entorno del Convento de San Guillermo
en Castielfabib (Valencia), 2012.

Vista parcial de Castielfabib (Valencia)
 -caserío y fortaleza-
desde las Hoyas del Ebrón (2012).

            
Siguiendo el curso del Ebrón, el botánico se dirige en dirección a la villa de Ademuz, vía Los Santos y Torrebaja; ello hace pensar que bajó por Los Callejones:
  • el camino se reduce á una senda entre arbustos y matas por uno y otro lado. Crecen allí el cornejo y la ahaleña, el cornillo y el yezgo, el fresno de flor, álamos, higueras, sauces y zarzas; y entre estos vergeles ya se extiende el solano dulciamargo, ya sale el eupatorio con hojas de cáñamo, la salicornia y el erigerón viscoso; adornan el suelo la humilde violeta y la salsola tendida, el cinosuro lima, y otras plantas.[1]

           
Tras los pasos del botánico, desde Castielfabib, caminando por la Vega Zaragona -zona de huerta que se extiende al sur de la villa- nos dirigimos hacia la embocadura del mencionado camino de Los Callejones: a la entrada, mano derecha del mismo, hay un alto pilón de obra con hornacina rejada donde se venera una imagen de san Guillermo, mientras que a la izquierda se halla el recinto de la depuradora local. El camino está asfaltado y baja en rápida pendiente entre la alta ribera derecha del Ebrón y los abancalamientos de cultivo; antaño fueron frondosas huertas, pero hoy se hallan en su mayoría yermas y abandonadas... La pendiente del camino disminuye al llegar frente a La Central, donde se cruza el río, para seguir por la margen izquierda del Ebrón. 

Del antiguo complejo hidráulico de la Teledinámica Turolense sólo queda un viejo edificio, habiendo sido los demás reemplazados por otro de nueva planta donde se halla la maquinaria automática. En lo alto del cerro observamos la acequia y caseta desde donde el agua se precipita por el tubo hasta las turbinas de la industria eléctrica. Junto al edificio de la vieja central existen las ruinas de unos cobertizos, donde estaba la fábrica de carburo, cuyo principal cliente era el coto minero de Libros (Teruel) –propiamente denominado La Azufrera-. Poco más abajo, a la mano derecha, esto es, junto al río, hubo un antiguo molino maquilero, llamado “Molino Quemado”; mientras que a la derecha hubo un batán y fábrica de papel de estraza.

            
Al llegar al llano, por debajo de La Central, el camino se ensancha, discurriendo junto a la margen derecha del río:
  • y llegué á los sitios hondos que parecian jardines, sirviéndoles de muro ó los cabezos ó collados roxos de que hablaré luego, ó las faldas de los cerros y montes. Todo verdeaba por los maices espesos, frutales y moreras. Si por casualidad se descubria algún rastrojo, habia ya dado el fruto de maiz, sembrado con anticipación.

           
Las frondosas huertas y cultivos que describe el botánico se hallaban en pleno apogeo entonces, y así las conocimos nosotros hasta hace unas décadas; sin embargo, hoy se hallan en su mayoría abandonadas... Siguiendo por este camino se llega a Los Santos (Castielfabib), entonces habitada por unos 21 vecinos. Continua el camino, sin detenerse a describir el lugar:
  • y poco después atravesando humildes lomas (arriba) al lugarcillo llamado Torre baxa de 65 familias, colocado en una llanura á la izquierda del Ebrón, no muy lejos de la confluencia con el Turia. Torre alta podrá tener unos 20 vecinos, y queda mas al norte á la izquierda de este último río.[2]

            
Tampoco se detiene el botánico a describir el lugar de Torrebaja –entonces todavía dependiente de Castielfabib-, aunque hace una curiosa observación:
  • Observé en los ribazos de las huertas buen número de almeces, sin que los propietarios se aprovechen. Tal vez si supieran la utilidad que dichos árboles dexan en el valle de Cofrentes, imitarian la industria de aquellos moradores.[3]

            
Obviamente, el viajero se refiere a los almezos, cuqueros o hayatones (Celtis australis), árboles de corteza fina y gris, de blanca y dura madera, pero muy dúctil cuando está verde, con la que se pueden construir distintos utensilios para el campo, entre los que destacan las horcas para manejar el heno y la paja, mangos para azadas, picos y palas, piezas del apero, palos para remover las gachas, etc. La peculiaridad de la madera de estos árboles nunca se explotó industrialmente en la zona, pero resulta evidente que los agricultores conocían sus virtudes y las aprovechaban. Aún quedan almezos en Torrebaja, pero éstos han desaparecido de ribazos y márgenes, pudiendo encontrase en algún rincón perdido. Su fruto, el "cuco" o "guillomo", es una esferita de pequeño tamaño, menor que un garbanzo, que vira del verde al amarillo, para hacerse negro al madurar: en sus primeros estadios resulta amargo e incomible, pero se endulza al entrar en sazón. Posee el fruto un huesecillo menudo en su interior, que los niños de estos pagos utilizaban antaño para lanzarlo con fuerza, unos contra otros, a través de un canuto de caña, siendo éste uno de los juegos preferidos de otoño...

            
Desde el entorno de Castielfabib hasta Ademuz, tramo que el botánico valora recorrer en dos horas, observa la peculiaridad de los cerros terrosos, “que las aguas han desmoronado y cortado de varios modos”, diciendo:
  • Todos ellos desde la raiz hasta la cumbre se componen de zonas ó capas perfectamente horizontales de un pie de grueso, con corta diferencia, arregladas de este modo: la inferior ó base es de tierra roxa arcillosa con porción de cieno, sobre la qual descansa otra tan dura como la misma piedra; síguense otros como bancos sobrepuestos de la misma substancia, que suelen alternar con algunas capas de cantitos rodados, cubiertos últimamente de tierra, y sobre esta una almendrilla, ó bien sea hormigón, de algunos pies de grueso, compuesto de cantitos engastados en piedra endurecida.[4]
"Pabellón Cavanilles"
en el Polideportivo Municipal de Torrebaja (Valencia), 2012.

            
Estima el naturalista que en tiempos geológicos todos estos cerros debieron estar unidos, pero fueron separados por efecto de las aguas, que arrastraron las tierras y los destruyeron, “y con el transcurso de los tiempos aparecieron llanuras sembradas de cerros desmoronados”. El trabajo erosivo de los elementos todavía continua, “abriendo nuevas brechas y robando las bases, por cuya falta cae la tierra sobrepuesta”: la destrucción continuará hasta que todo se aplane... Como anota que dice el señor Bowles –se refiere al ingeniero y naturalista irlandés Guillermo Bowles (1705-1780)- que sucedió y todavía sucede en la serranía de Teruel, “que con el tiempo (toda la zona) se verá reducida á una vasta llanura”.[5]

Vista parcial de Torrebaja (Valencia), desde el molino de San José (1887),
sito junto al camino viejo de Ademuz a Teruel,
sección del Camino Real de Valencia a Aragón por esta parte (2012).



Camino de Las Vueltas en dirección a Ademuz (Valencia), 2012.

            
De Torrebaja se dirige a Ademuz, vadeando el Ebrón y continuando por el viejo camino de Ademuz a Teruel...[6] Dicha vía discurre por la margen derecha del Turia, entre el río y una serie de lomas y cerros arcillosos, cuya descripción nos lleva a pensar en el actual camino de Las Vueltas. Estos cerros y otros muchos similares que hay en la zona, “suministran al rio tierra roxa, que tiñe y carga sobremanera las aguas, sirviendo después de abono á los campos” cuando aquellas reposan. Cuando el botánico pasó por aquí, parece que había habido una tormenta reciente, lo cual no es de extrañar, pues fue en los primeros días de septiembre:
  • Veianse al paso las huertas de Ademuz, que ocupan las riberas del Turia hasta la villa, y se descubrian con freqüencia monumentos de grave daño causado en la última riada, que arrancó arbustos, barrió sembrados, derribó el puente, y cargó con quanto se presentó á sus furias.[7]

            
Cuando dice del puente pensamos se refiere al puente de Guerrero, que cruza el Turia frente al molino de Abajo, o del Señor,[8] pero también podría referirse al puente del Sotillo, que atraviesa el Turia a la entrada de Ademuz, sirviendo de paso para las aldeas de Mas del Olmo, Sesga y Val de la Sabina, y la villa de Puebla de San Miguel. De la descripción de las huertas de Ademuz que riega el Turia pasa a las que riega el Bohílgues, cuyas aguas descienden desde Negrón y Vallanca para abocar al Turia por debajo de Ademuz. Se trata de aguas de montaña, que desde considerable altitud descienden hacia el valle, de lo que se han servido los agricultores para construir sus huertas, “que aprovechan y cuidan con esmero”. Esto que hacen en el regadío lo practican también en el extenso secano del término, “donde se rompen eriales al paso que aumenta el vecindario”, cuyo censo ascendía entonces a 700 familias –mientras que dos siglos atrás no llegaba a las 230-.

Carretera en dirección a Ademuz (Valencia),
zona de El Soto (2012).

Carretera en dirección a Ademuz (Valencia),
zona de El Soto (2012).

Rendimiento anual de cultivos en el término de Ademuz, en tiempos de Cavanilles (1792).
ADEMUZ
PRODUCCIÓN
Avena
1.600 f.
Cáñamo
350 a.
Cebada
2.800 f.
Colmenas
40
Garbanzos y judías
400 f.
Maíz
2.400 f.
Nueces
10 f.
Trigo
12.800 f.
Vino
20 c.
                Elaboración propia (2012). Nota: (a) arrobas; (c) cántaros; (f) fanegas. En años regulares las colmenas alcanzan un valor de 80 pesos fuertes. El peso era una moneda imaginaria o contable, no existente en la realidad, cuyo valor en el uso común equivalía a 15 reales de vellón.


El Soto en Ademuz (Valencia),
con detalle de la Casa Grande (1661), al fondo (2012).

Carretera en dirección a Ademuz (Valencia), con la villa al fondo (2012).

            Según vemos, en su marcha hacia Ademuz es muy probable que siguiera el camino de Las Vueltas, pasando por El Soto, hoy despoblado, donde indudablemente repararía en la Casa Grande, llamada de La Inquisición, construida en 1661, desde donde ya comienza a verse la villa de Ademuz. Manifiesta el botánico que Ademuz es Encomienda de Montesa...[9] En su tiempo la villa estaba habitada por unos 500 vecinos:
  • <[El caserío] está colocado en la cuesta rápida del cerro, que se extiende hasta el rio: á excepción de algunas casas edificadas con solidez y comodidad, todas anuncian pobreza y mal gusto, como destinadas á labradores sin luxo. [No obstante] Casi todas gozan la deliciosa vista que el Turia y campos inmediatos les presentan; pero el sitio más ventajoso para disfrutarla es –y sigue siendo- el castillo, situado en la cumbre del cerro>[10]
Vista general de Ademuz (Valencia), desde el Pico Castro (897 m), 2007.

Vista parcial del caserío de Ademuz (Valencia) desde el castillo, con detalle del campanario, la vega del Turia y el Pico Castro (izda.), 2007.

            
Durante su corta estancia en Ademuz, Cavanilles ascendió hasta el cerro del castillo, para disfrutar de la vista de la vega. En este punto el botánico hace gala de su sensibilidad estética –no en vano se había formado en el Jardin du Roy en París (Francia), siendo preceptor del hijo de don Teodomiro Caro de Briones, duque del Infantado, a la sazón embajador de España en la Corte francesa-; cuando dice que se hallaba admirando “la hermosura de aquel recinto pintoresco”, interrumpieron esta sensación agradable los que me acompañaban”, para llevarlo a ver “una columna de piedra, sobre que está una cruz de hierro” célebre entre los moradores de la comarca: se trataba de una cruz de la que salían chispas y que silbaba durante las tormentas, además de poseer la capacidad de ahuyentar las tormentas. Al respecto, cabe decir que el asunto de la cruz ya venía de lejos, hasta el punto de haber comprometido la credulidad del bueno del obispo de Segorbe -fray Francisco Gabaldá Guasch (1652-60)-, deseoso quizá de tener un lugar de peregrinación en su diócesis; pero la Iglesia de entonces no estaba por la labor de favorecer la milagrería, razón por la que tuvo que intervenir la Inquisición para esclarecer el propósito.[11] 

Como persona ilustrada, el botánico no se dejó impresionar por las presuntas cualidades mágicas de la mencionada cruz y trató de dar una explicación científica al fenómeno, mostrándose a la vez precavido y respetuoso con la creencia popular. Con todo, manifiesta que “una ligera tintura de física, y tal qual instrucción en el artículo de electricidad aclararía hechos, y disiparía preocupaciones, hijas de la ignorancia”. En todo caso, piensa que cabe estudiar el fenómeno con más detenimiento –se refiere a lo de a ahuyentar las tormentas-, pues probablemente tenga una explicación natural, antes que milagrosa, ya que con bien sabía el abate los milagros “no se multiplican sin necesidad”.[12]

            
Volviendo al cerro del castillo, entendemos al botánico cuando se lamenta de que le molestasen mientras contempla la maravilla que se observa desde las ruinas de la antigua fortaleza ademuceña, pues el espectáculo es ciertamente grandioso... A la izquierda queda la mole del Pico Castro (897 m), que con su forma de pirámide truncada se eleva majestuosa en dirección norte; en el centro, la frondosa vega del Turia a su paso por el término, cuyo paisaje debería ir pintando ya el otoño en los chopos de las riberas; y al frente la zona de Los Planos y El Cerrellar, ascendiendo en suave graderío hacia levante, con multitud de altozanos y montículos cortados por barrancos y vallejos:
  • el principal la rambla de la puebla, donde entra la que baxa de la aldea llamada Mas del Olmo. Quedan entre los montes algunos valles cultivados, como también porción de lomas; pero faltan brazos para cultivar el término. En partes dificulta el cultivo la aspereza y lo destemplado de las alturas, ya por su posición propia, ya por distar poco de las montañas de Camarena (de la Sierra) y Javalambre.[13]

           
Una vez más, el botánico se hace eco de las zonas baldías por falta de mano de obra que las trabajen, lo que induce a pensar en la despoblación que afectaba entonces estos términos –4.642 habitantes (Floridablanca, 1787) y 1.193 vecinos (Obispado de Segorbe, 1795)- déficit que fue paliándose en el transcurso de la centuria siguiente, hasta alcanzar su techo poblacional en las primeras décadas del Novecientos.[14] La despoblación no era el único motivo para explicar la falta de cultivos, pues también hace hincapié en “la aspereza y lo destemplado de las alturas”, hasta el punto que ayer como hoy la climatología ha condicionado el devenir de la comarca en todos sus aspectos, tanto históricos y sociales, como poblacionales o económicos:
  • Por esta causa hay menos habitantes y ménos frutos en la porcion situada á la izquierda del Turia, que en la que hemos descrito recorriendo la derecha. Casi en el centro de aquellos montes se halla la Puebla de San Miguel, villa de 120 vecinos. [...] No tienen (éstos) el recurso de las huertas, ni las viñas y nogales, que mas ó menos logran los demas pueblos: indústrianse con ganados y colmenas, que les producen mas de dos mis pesos duros.[15]
Vista parcial del caserío de Puebla de San Miguel (Valencia),
desde la ermita de la Inmaculada (2007).

            Menciona también la aldea de Sesga, en la jurisdicción de Ademuz, a la que ubica “en los confines de Castilla: en este punto aprovecha para rectificar el mapa de Tomás López, en el cual la aldea sesgueña ocupa una posición más oriental, mientras en el de Cavanilles aparece más hacia poniente, al igual que los límites de Castilla con Valencia por el Rincón de Ademuz.

Rendimiento anual de cultivos en el término de Puebla de San Miguel, en tiempos de Cavanilles (1792).
PUEBLA DE SAN MIGUEL
PRODUCCIÓN
Avena
600 f.
Cebada
800 f.
Trigo
6.600 f.
Colmenas
> 2.000 pesos.
                Elaboración propia (2012). Nota: (f) fanegas.
         
            Población del Rincón de Ademuz durante el siglo XVIII (1713-1797).
MUNICIPIO
1713
(vecinos)
1775
(vecinos)
1784-86
(vecinos)
1787
(habitantes)
1795
(vecinos)
1797
(vecinos)
Ademuz
300
414
505
2.311
486
700
(familias)
Casas Altas
-
74
-
-
-
-
Casas Bajas
-
92
-
-
-
-
Castielfabib
82
260
200
868
282
260
Los Santos
(Castielfabib)
-
-
-
-
-
21
Negrón
(Vallanca)
-
-
-
-
-
30
Puebla de San Miguel
50
120
107
317
90
12
Torrealta
-
-
-
-
-
20
Torrebaja
23
42
50
214
86
65 (familias)
Vallanca
78
160
300
932
249
200
                Modificado de RODRIGO ALFONSO (1998), p. 52.
           

Sendero del Bohílgues a la altura de Ademuz,
dirección Vallanca (Valencia), 2012.

Sendero del Bohílgues,
en las proximidades de Vallanca (Valencia), 2012.

El "Canto Gordo",
desde el sendero del Bohílgues en Vallanca (Valencia), 2012.

            
Cavanilles establece el censo comarcal en unas 1.400 familias... A los efectos y por las razones arriba expuestas, la población de Casas Altas y Casas Bajas se hallaba incluida en Ademuz, al igual que el resto de sus aldeas (Mas del Olmo, Sesga y Val de la Sabina), probablemente con la excepción de Torrealta, en la que censa 20 vecinos. Los vecinos de Castielfabib se cifran en 260 –incluyendo los de Cuesta del Rato y Arroyo Cerezo-; pero parece que no incluye a los de Los Santos, que eran 21 vecinos, ni a los de Torrebaja, que eran 65 familias; de la misma forma, tampoco menciona a los de Mas de los Mudos y Mas de Jacinto, todos ellos vecinos de Castielfabib. Respecto a los vecinos de Vallanca, los estima en 200, desconociendo si entre ellos cuenta los 30 de Negrón.

Vista parcial de Vallanca (Valencia),
desde el sendero del Bohílgues (2012).

El lavadero público en Vallanca (Valencia), 2012.

            
Palabras finales.
            
Son muchas las cosas que nos admiran y sorprenden en las Observaciones de Cavanilles... Lo primero, que nos llama la atención es el vértigo de los viajes, pues llega a Vallanca procedente de Santa Cruz de Moya (Cuenca), tramo que hace en un día: esto fue el 3 de septiembre de 1792. Esa noche pernoctó en casa del párroco de la Villa –don José López- y al día siguiente marchó a Castielfabib, pasando por Los Altos, las Tóbedas –alta y baja- y El Colladillo.
            
Arribado a Castielfabib, asciende hasta las ruinas del castillo, desde donde nos describe la panorámica que desde allí se divisa, con los cerros, montes y límites, para descender después por el camino de Los Callejones hasta Los Santos y Torrebaja, siguiendo el curso del Ebrón. En Torrebaja vadea el Ebrón y baja hasta Ademuz, siguiendo el viejo camino de Ademuz a Teruel, que formaba parte del antiguo Camino Real de Valencia a Aragón por esta parte.
            
Arribado a Ademuz, sube hasta las ruinas de la fortaleza, allí se embelesa contemplando el espléndido panorama de la vega del Turia, con el caserío descorriéndose ladera abajo, y se hubiera admirado más y mejor si los que le acompañaban no le hubieran incordiado con el asunto de la cruz que chilla... Esa misma tarde subió hasta Vallanca: la noche la pasó también en casa del párroco, y al día siguiente, 5 de septiembre, su anfitrión le acompañó hasta Aras de Alpuente (hoy de los Olmos). Basta echar una ojeada al mapa de la zona para hacerse una idea de las caminatas realizadas por una zona de montaña con malos caminos de herradura –hasta el punto que resulta increíble que pudiera hacer semejantes trayectos en tan poco tiempo, aunque fuera a lomos de una caballería-; es de suponer que le acompañaban de continuo algunos ayudantes, sirvientes y espolique, con caballerías de montura y para portar el equipaje: aseo, ropa, alimentos, instrumentos de trabajo, etc. Propiamente, el abate Cavanilles debía ser un hombre físicamente fuerte, de otra forma no hubiera podido soportar tales recorridos, aunque sólo contaba 47 años. Cabe saber que el botánico portaba un aval de la Corona, que le facilitaría su trabajo en ocasiones, aunque también se valió de sus relaciones personales; con todo, ya hemos visto lo que dice: que de no ser por los párrocos de algunos lugares, en más de una ocasión hubiera tenido que dormir en las cuadras, con las mulas.
            
Asimismo, aunque el objetivo principal de sus viajes fuera el estudio botánico, observó y recogió otros datos referentes a la historia natural, como el reino animal, la geografía y la agricultura. De las tres campañas que realizó por el antiguo reino de Valencia –1791, 1792 y 1973- su paso por el Rincón de Ademuz tuvo lugar en la cuarta excursión de la segunda, concretamente del 3 al 5 de septiembre de 1792: “Aunque la estacion estaba adelantada para las plantas hallandose casi todas agostadas, quise aprovechar el tiempo y recorrer alguna porcion de las tierras del norte” (Diario, 1792, fol. 107r).[16]

            
En suma: las observaciones, consideraciones y argumentos aportados por Cavanilles siguen siendo válidos, además de como cita y punto de referencia para investigaciones posteriores: asombra su capacidad para extractar los datos esenciales de cada lugar, la veracidad y sobriedad de los mismos y su acierto en aplicar el método científico al estudio de la naturaleza. Vale.





Addenda: mucho ha cambiado el Rincón de Ademuz desde los tiempos de Cavanilles a esta parte... Poco, nada queda de aquellas villas, pueblos y lugares miserables que describe, con las calles mal empedradas, los edificios sin gusto ni comodidades; parece que sólo se salvan las gentes, sufridas, laboriosas y activas pese a su aparente pobreza o natural desaliño, el paisaje y la deliciosa vista del Turia. Los pueblos y aldeas actuales son en general limpios y ordenados, aunque queda mucho por hacer en urbanismo, en la conservación de la arquitectura tradicional y la restauración de monumentos o edificios antiguos, y en el conocimiento etnográfico, etnológico, historiográfico y antropológico en general.
Superados los inconvenientes de la incomunicación -más bien falta de buenas comunicaciones-, la principal limitación del Rincón de Ademuz en la actualidad es la despoblación, hasta el punto que su censo, además de envejecido, puede equiparse al del siglo XVII, cuando la comarca no superaba los tres mil habitantes.
Los problemas del Rincón de Ademuz -territorio que ya Cavanilles entiende como una unidad geofísica natural: histórica, económica y social- tienen en parte su origen en la mentalidad aldeana e individualista de las gentes que lo pueblan, sin apercibirse éstos que hasta finales del siglo XVII la zona se hallaba repartida en sólo dos grandes jurisdicciones medievales: Ademuz y Castielfabib. Los municipios surgidos a partir del Seiscientos, producto de la segregación de las villas matriciales de Ademuz y Castielfabib, no son sino elementos del proceso disgregador sufrido por la comarca. Desconocer, no reconocer o negar el origen de la actual separación constituye uno de los problemas principales de la comarca, donde cada municipio trata de "arrimar el ascua a su sardina", sin querer darse cuenta que todos vamos en el mismo navío: si un municipio hace aguas, el barco se hunde... A la circunstancia del inveterado individualismo se le añade el lastre del político, que no es menos grave, pues éste, además, paraliza y produce odio, aborrecimiento y animadversión entre las gentes y los pueblos. Diríase que para la clase dirigente comarcana, la política es el arte de no querer entenderse, cuando debería ser el arte de hacer posible lo necesario... -como se viene diciendo desde Gottfried Leibniz (1646-1716) hasta Charles Maurras (1868-1952), que perfeccionó la célebre frase en su sentido actual-.
El futuro del Rincón de Ademuz no está en la agricultura ni en la industria, sectores que indudablemente deben permanecer, incluso incrementarse, si fuera posible, pues la diversificación de actividades favorece y mantiene el desarrollo económico; pero por sí mismos resulta obvio que no son suficientes. ¿Dónde está, pues, el futuro de la comarca? -cabría preguntarse-. El sabio botánico Cavanilles, que sólo estuvo un par de días por la zona se apercibió de inmediato, y así nos lo dice: en las aguas abundantes y en el cielo despejado... Esta y no otra resulta ser hoy la mayor riqueza en potencia del Rincón de Ademuz, la naturaleza y el medio ambiente. Y que cada cual lo interprete como pueda, pero si los dirigentes comarcales se empeñan en ir por otro camino, y cada cual por el suyo, el despeño está asegurado.


[1] CAVANILLES (1797), párrafo 105, p. 76.
[2] Ibídem.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Guillermo BOWLES (1705-1780) fue un naturalista e ingeniero de minas irlandés que a mediados del siglo XVIII viajó por España por cuenta del Gobierno y redactó el primer tratado sobre los ámbitos clásicos de la Historia Natural (Botánica, Zoología y Mineralogía) escrito originalmente en español –Introducción á la Historia Natural, y á la Geografía física de España (Madrid, 1775)-.
[6] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Patrimonio cultural y religioso en Torrebaja: los casilicios o pilones del Camino Real, en la web Desde el Rincón de Ademuz, del sábado 12 de noviembre de 2012.
[7] CAVANILLES (1797), párrafo 107, p. 77.
[8] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2007). El puente de Guerrero, pasadero secular entre Ademuz y Torrebaja desde mediados del siglo XVIII (1769), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 353-354.
[9] SÁNCHEZ GARZÓN (2002).
[10] CAVANILLES (1797), párrafo 107, p. 77.
[11] RUBIO HERRERO, Samuel. Historia verdadera de la Cruz que Chilla..., Edita Ayuntamiento de Ademuz, Valencia, 2001.
[12] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2000). Los milagros no se multiplican sin necesidad, referido a "la Cruz que chillaba" de Ademuz en Desde el Rincón de Ademuz (I), autopublicación Kindle Direct Publishing (Amazon), segunda edición, pp. 205-213.
[13] CAVANILLES (1797), párrafo 108, p. 78.
[14] RODRIGO ALFONSO (1998), p. 52.
[15] CAVANILLES (1797), párrafo 108, p. 78..
[16] MATEU BELLÉS (1995), p. 32.

Busto en Homenaje de Admiración acordado por la Universidad de Valencia
al insigne botánico Cavanilles (1745-1804) en el paseo de La Alameda
[Tomada de Wikipedia, La enciclopedia libre].

Estatua del insigne botánico Cavanilles (1745-1804)
en el Real Jardín Botánico de  Madrid
[Tomada de Wikipedia, La enciclopedia libre].

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