domingo, 10 de febrero de 2013

AGUSTÍN CHICHARRO NAVARRO (Ademuz, 1944), GUARDIA CIVIL RETIRADO (y II).

Conversación –evocaciones y remembranzas- de un ademucero afincado en Torrebaja.





       
¿Siempre estuviste como aguador en la cuadrilla de reforestación o hiciste algún otro trabajo?
  • De aguador con la cuadrilla de reforestación estuve unos tres años, hasta que cumplí los diecisiete... Después me fui de peón con el tío Pedro, que era albañil; con él aprendí el oficio... El tío Pedro era muy amigo del tío Constantino, padre de Daniel Aparicio de Torrebaja. En Torrebaja trabajó mucho, la casa de Amable la hizo él y yo también trabajé allí de peón... Pero antes de ir con el tío Pedro estuve trabajando un año con un terrateniente de Ademuz –Pepe el Juanazo le decían- que tenía muchas fincas. Yo estaba de jornalero con él, todo el día con la azada al hombro, labrando, cavando viña, un trabajo muy pesado... A este hombre no le gustaba madrugar, yo estaba en su casa a las ocho de la mañana, pero salíamos al campo sobre las diez, porque enredaba mucho; pero volvíamos con las luces del pueblo. Cuando se arregló el puente del Sotillo, que estaba muy mal, hicieron uno provisional con tablones por donde Casa Domingo, entonces se pasaba por allí... Un día volvíamos del campo, el tío Juanazo delante con un burro y yo detrás montado en un muleto quinceno muy majo, pero al llegar al bar Pitoches el animal se espantó, por las luces de un camión que bajaba, y echó a correr camino del molino, y yo montado en él, el animal relinchando, pensé que me iba a estozolar y cuando ya me vi dentro de la acequia del molino, el animal paró en seco: Yo me agarré al cuello y las orejas del animal, pero aún me tiró... Sí, me di un buen golpe y si hubiera caído al sobradero del molino, con el agua y el tarquín que había, me ahogo seguro. Entre esto y lo mucho que trabajaba, pensé que aquello no era plan, debía aprender un oficio y ponerme por mi cuenta: Por eso fue el irme de peón con el tío Pedro, esto cuando ya contaba 18 años... Con el tío Pedro estuve hasta que me fui a la Guardia Civil, pero a los 23 años yo ya sabía el oficio: amasaba, levantaba pared, enlucía... Incluso hacía algún trabajito por mi cuenta con las herramientas que me dejaba. El tío Pedro me tenía como un hijo, yo entraba y salía de su casa con toda confianza... Cuando cumplí la edad entré en quintas y me fui a la mili, y al terminar volví de nuevo a Ademuz con el tío Pedro. Pero ya te digo que aquello no era plan, pues llegaba fin de mes y no tenía una perra, unos te pagaban mil pesetas, otros quinientas, y nunca tenía nada, porque no había dinero... Por eso fue de marcharme a la Guardia Civil... No, mi hermano Antonio es otra historia: Él continuó trabajando como aguador de las brigadas y en cuanto pudo se marchó a Barcelona; allí estuvo varios años y regresó para hacer la mili...
La Guardia Civil, también llamada la Benemérita, fue el primer cuerpo de seguridad pública de ámbito nacional en España. Fundado por el II Duque de Ahumada -Francisco Javier Girón y Ezpeleta (1803-69), en 1844-, es un Instituto Armado de naturaleza militar que, conformado a lo que establece la Ley Orgánica 2/86, de 13 de marzo, forma parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. El artículo 104 de la Constitución Española le fija su misión primordial: “proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades de los españoles y garantizar la seguridad ciudadana”, todo ello bajo la dependencia del Gobierno de la Nación.[1]

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El señor Agustín Chicharro Navarro (Ademuz, 1944), 2013.


            
¿Dónde hiciste el servicio militar, qué recuerdos tienes de entonces?
  • Mi hermano Antonio y yo hicimos la mili en Valencia, en Bétera... Tres meses de campamento como reclutas y después nos dieron a elegir entre Alicante, Castellón y Valencia –esto sería en 1964-65-: Elegimos Valencia y Castellón, porque quedaban más cerca de Ademuz. Y nos mandaron a Castellón, al Regimiento de Infantería... El cuartel era inmenso, recuerdo que en una pared ponía en letras grandes: ¡Franco, Franco, Franco...! Allí se hacían marchas por secanos y garroferos, teníamos que echarnos al suelo, y sudábamos como condenados, llenos de polvo, con todo el equipo y las botas puestas, y un calor del demonio: Yo terminé con los pies escaldaditos, hechos una llaga... Después de las marchas, a la cocina: había que alimentar a varios miles de soldados y nos hacían pelar una montaña de patatas. Total que pidieron soldados de oficio para Capitanía General de Valencia y como yo tenía idea de albañilería, me apunté. Había que hacer unas obras en el claustro de Santo Domingo, la iglesia de Capitanía, en la plaza de Tetuán... Me apunté porque yo no aguantaba aquello de las marchas y los turnos de cocina; pero mi hermano Antonio se quedó en Castellón... Cuando llegamos a Valencia a mí me seleccionaron para hacer guardias en Capitanía, porque era más bien alto: entrábamos de guardia a días alternos -24 horas seguidas-, y nos relevaban cada dos horas. Un soldado nos limpiaba las botas y los correajes y nosotros sólo teníamos que estar allí plantados, uniformados: con manguitos, cordones, correajes, fusil... Las camisas nos las planchaban... Cada dos horas descansábamos, yo me iba entonces a un bar que había por allí a tomar un vino y cuando salía algún jefe importante, rápido a formar toda la guardia... Allí estuve estupendamente, hasta que me licenciaron.

       
Entonces, ¿qué hiciste después de la mili,  volverte a Ademuz?
  • Sí, después de la mili me volví a Ademuz, pero derechamente tenía que haberme ido a la Guardia Civil... Volví a Ademuz y como te decía trabajé de nuevo con el tío Pedro. Por aquella época yo me relacionaba mucho con los guardias del cuartel de Ademuz; además, un hijo del tío Pedro era guardia y me metieron la idea de entrar en el cuerpo. Pero ya te digo, yo entraba y salía de casa del tío Pedro como de la familia, con él iba a labrar, a segar, de albañil... El tío Pedro tenía una hija tres años más joven que yo, la chica me gustaba y yo tampoco le disgustaba, pero existía eso que te decía antes que se miraba mucho la posición de las familias. Él tenía algo, nada, poca cosa; pero mi familia era pobre, pero pobre, tanto que no teníamos nada... La mujer del tío Pedro aún me quería como yerno, pero él no me tragaba: tenía pensado para la chica el hijo de un tratante... Estando un día en el cine, yo no hacía más que mirar a ver si venía la chica, hasta que llegó; entonces me acerqué a ella... Me dijo que su padre no vendría ese día, porque se había ido a ver una viña que tenía en La Atalaya. Yo pensé que esa era la mía, me iba a dar un buen lote... En eso que tocaron los timbrazos que anunciaban el comienzo de la película, esto antes de apagar la luz, cuando miro hacía atrás y veo aparecer al tío Pedro... Yo estuve toda la película con ella, sin enterarme de la cinta. Total que termina la película y cada uno salió por un lado; sin atreverme a acompañarla, por su padre... Entonces estábamos haciendo el edificio del Grupo Escolar de Niños de Ademuz, y al día siguiente de lo del cine, antes de enganchar, se me acercó el tío Pedro y me dijo: Agustín, a ver si a fe de amigos me la vas a pegar... Yo entendí que se refería a su hija, quizá nos había visto achucharnos en el cine... Claro, me vino a decir que no quería que saliera con su hija. Yo me quedé helado, siempre he tenido esa frase clavada, y ya no volví a decirle nada a la chica... Pero ella aún me lanzó algunas pullas, hiriéndome como poco hombre, porque no había sido capaz de enfrentarme a su padre. Mi relación con la familia siguió siendo buena, pero ya no fue lo mismo. Yo entonces era algo apocado, me sentía inferior; además, le tenía mucho respeto al tío Pedro... De haber seguido con ella no me hubiera marchado de guardia, hubiera continuado de albañil con su padre... Fue al romper cuando decidí marcharme a la Guardia Civil...
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Detalle de fachadas en unas antiguas casas de Ademuz (Valencia), 2006.

            
¿Cuéntame cómo tu entrada en la Guardia Civil?
  • Después de lo que te contaba, hablé con Antonio el Chavo -que iba de pastor- y decidimos echar la instancia para entrar de guardias –esto fue en el año 1970-; echamos la solicitud y nos la admitieron. Claro, había que hacer una instancia manuscrita con la pluma, nada de bolígrafo, tenía que ser con tinta y pluma... Hice diez o doce instancias hasta que una me salió bien, pues siempre cometía algún error o me caía un tachón: Además, en Ademuz había entonces un sargento que no dejaba pasar una, y nos hacía repetir una y otra vez la instancia, hasta que le pareció bien... Claro, yo sabía poco de letra y no estaba práctico en escribir; para que las líneas no se torcieran poníamos una falsilla debajo. En aquella solicitud había que poner los datos personales de filiación y la disposición a que te acogías para echar la solicitud y todo eso... Una vez admitidos nos mandaron llamar de la Comandancia de Teruel para hacer las pruebas físicas y examinarnos de la parte teórica, rellenar un test, pasar el reconocimiento médico... Las pruebas físicas las hicimos en el patio del Cuartel viejo, estaba en la bajada de San Francisco: Nos juntamos allí veinticinco o treinta solicitantes... Durante las pruebas y en la academia de Sabadell, el Chavo y yo coincidimos con Manolo Morales el Caminero, uno de Torrebaja. Allí estuvimos sobre cinco meses, después nos destinaron cada uno a un cuartel... Bueno, a mí me retuvieron casi un año, porque estando allí, como era albañil, me cogieron para unas obras. Yo he estado muy a gusto en la Guardia Civil y he sido feliz con mi trabajo, por mi carácter; pero también he padecido mucho... Mi primer destino fue Pla de Sant Tirs, cerca de la Seo de Urgel, en Lérida.
           
El Pla de Sant Tirs es un núcleo urbano de la Ribera d`Urgellet (Lérida), correspondiente al Alto Urgel, y la villa más poblada de este municipio, del que es cabecera: en 1991 censaba 252 habitantes, hoy censa 342. Poblaciones próximas son Les Valls d`Aguilar, Parroquia D`Horto, Adrall y San Pere Codinet -está situado a 948 metros de altitud sobre el nivel del mar-.[2]

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Vista parcial de Pla de Sant Tirs, núcleo principal del municipio de la Ribera d`Urgellet (Lérida), primer destino del señor Agustín Chicharro Navarro [Foto tomada de Wikipedia, La enciclopedia libre].


¿Cómo resultó tu primer destino como guardia civil?
  • Ya te digo, mi primer destino fue en Pla de Sant Tirs, un lugar de montaña próximo a Seo de Urgel –yendo por la general de Lérida a Puigcerdá-; me pareció que aquello estaba muy lejos, esto fue en marzo, pero allí hacía mucho frío, mucho hielo... Pensé, ¡pero dónde me he metido!, pues no llegábamos nunca... Fuimos otro más y yo, preguntamos por el Cuartel y nos mandaron allá arriba, estaba en el quinto pino... El pueblo era pequeño y la zona muy bonita, pero ningún guardia quería estar allí, por el frío... Éramos un cabo y cuatro guardias, y nada más llegar me nombran jefe del puesto, porque a los que sustituimos los habían trasladado a otro lugar y el cabo se había marchado de vacaciones. Yo no tenía experiencia de nada, apenas sabía redactar un atestado, ni hacer una denuncia, sólo lo que nos habían enseñado en la academia; además, tuve que aprender a escribir a máquina... Me salvó que me gustaba mucho leer, leyendo me fijaba en las palabras y aprendí mucho: pero al principio estaba totalmente pegao... En invierno nevaba bastante, no teníamos vehículos y los contrabandistas de Andorra se nos colaban como querían. Hacíamos controles, pero los burlaban… Era una zona de mucho tránsito, coches que bajaban de Andorra y Seo de Urgel: el producto más contrabandeado era el tabaco americano de todas las marcas, electrodomésticos, cámaras fotográficas, bebidas alcohólicas, güisqui… Pero ahora dicen que es peor, hay más contrabando de todo, y más violencia; solo que los contrabandistas llevan coches más grandes, de gama alta… Allí estuve un año y medio... Al tiempo solicité el traslado a Alcarraz y Mollerusa, al mismo tiempo que a la comandancia de Teruel. Claro, para estar más cerca de casa, y tuve suerte porque me dieron Teruel. Pero quién sabe, si me hubieran dado alguno de aquellos pueblos ya no hubiera vuelto por aquí, porque aquellos pueblos son más ricos, muy buenos...
            
¿Cuál fue tu destino en la Comandancia de Teruel?
  • Fue como cuando me destinaron a la Comandancia de Lérida, que después te enviaban a los puestos de los pueblos... A mí me mandaron a Terriente. No me vino mal ir a Terriente, aunque también hacía mucho frío y caían unas nevadas de miedo... Por eso pensé: ¡Salgo de un Pirineo y me meto en otro Pirineo...! En Terriente había un Cuartel nuevo, con ocho pabellones, dos para solteros. Habíamos cuatro números, un cabo y tres guardias; el único soltero era yo. El cabo estaba casado, pero como si estuviera soltero, porque la mujer no quería estar allí por el frío, y se marchaba a su pueblo... En Terriente íbamos en bicicleta y en caballo. Claro, en bicicleta íbamos con el morral, el fusil y el tricornio puesto; eran unas bicis grandes, viejas y pesadas, de hierro... Un día íbamos al valle del Cabriel y tuvimos que dejar las bicis en Toril... El jefe de línea, que era un sargento del cuartel de Ademuz, nos dijo que las dejáramos allí tapadas, que él nos llevaría con su coche –un Citroen de aquellos que les decían “cabras”-; montamos y nos llevó de Toril al Vallecillo, que dista unos 25 kilómetros; al llegar firmó y nos dejó allí... Después nosotros tuvimos que regresar andando: A las dos de la tarde teníamos que estar en el cuartel, pero a esa hora todavía estábamos en El Vallecillo; así llegamos al Molino de San Pedro, todo el rato caminando, sin que pasara ningún vehículo... Finalmente pasó un camión y nos acercó hasta Masegoso, y de allí seguimos andando, todo cuesta arriba, hasta Toril, donde habíamos dejado las bicicletas... Yendo de Toril a Terriente, ya con las bicis, vimos llegar a un guardia con la moto, a buscarnos, pues eran las cuatro de la tarde y nos daban por perdidos; estuvieron a punto de dar parte a la Comandancia... Llegamos al cuartel sudando, cansados, hechos polvo, sin haber comido y cabreados... Al día siguiente llamé a una tienda de motos que había en El Óvalo de Teruel, para que me subieran una moto. Sí, me compré una moto “Derbi”, de las que no necesitan carné, porque aquello de ir in bicicleta no era plan... La moto me costó tres mil duros, pero ya no volví a coger la bicicleta.           
Se nombra aquí a Terriente, localidad y municipio español situado en el suroeste de la provincia de Teruel (Aragón), en la comarca de la Sierra de Albarracín. Censaba 187 habitantes –en 2009- y está situado a 1.443 metros de altitud.[3]

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Fachada principal de la Casa Consistorial de Terriente (Teruel),
segundo destino del señor Agustín Chicharro Navarro
[Foto tomada de Wikipedia, La enciclopedia libre].

            
Sigue diciendo:
  • El problema era que había que ir de Terriente a Albarracín por gasolina, y teníamos que pagarla nosotros. Claro, la moto y la gasolina de nuestro bolsillo... ¿Cuánto cobrábamos entonces?, pues unas seis mil pesetas mensuales... Además había que comprarse los trajes, las camisas, los zapatos, los correajes, las botas, el tricornio..., todo el equipo: ahora lo dan todo gratis, y son prendas buenas... Entonces eran ropas malas y todo a nuestro cargo, moto y gasolina incluidos, y había que tener repuesto: tres trajes, dos tricornios... –esto sería hacia 1974. Además de las viejas bicicletas, en Terriente teníamos caballos, íbamos por el valle del Cabriel hasta la ganadería de Benito Mora, por la dehesa de Valtablao, más allá de Frías... Claro, lo de los caballos fue después de las bicicletas... Los caballos estaban en unas cuadras que había y cada caballo estaba asignado a un guardia, para su limpieza, mantenimiento y cuidado... Había que echarles de comer y todo eso, pero el comandante comía más paja y cebada que el caballo; porque se quedaba la mitad del presupuesto del pienso... En cuanto llegué, a mí me adjudicaron uno; yo tenía que estar al tanto del caballo, pero lo montaba el que fuera... Había dos caballos -Raja y Rajadillo-, yo me ocupaba de Rajadillo... La mitad del tiempo estaban en un prado que había junto al cuartel, porque ya eran viejos y no se tenían derechos...
           
Y continúa:
  • Estando en Terriente me mandaron concentrado a Gandía, a relevar a Bonifacio, un guardia algo tartamudo natural de la Huerta del Marquesado, que después estuvo en Torrebaja y se casó con una de Vallanca... En Gandía había que vigilar los barcos de exportación de naranja en el puerto –allí estuve tres meses. Una noche me tocó estar de vigilancia en el portalón de un barco, pero resulta que el capitán y otro habían llamado a unas fulanas... Yo no podía dejarlas subir, ¡estaba totalmente prohibido!, pero el capitán me convenció, diciéndome que llevaban meses embarcados, que tenían necesidad de mujer... Total que las dejé pasar y subieron por una escalerita de esas de mano, con las faldas arremangadas... Al rato vino el capitán y le expliqué lo que pasaba; no me valió, pues me echó la bronca. Me hizo subir al barco y decirles a las chicas que debían marcharse; claro, subí y las encontré en un camarote bailando, desnudas y medio borrachas... ¡Nunca más dejé pasar a nadie! A todo esto enfermé del pecho, debió ser por el frío que pasé en Lérida y luego la humedad de Gandía... Me ingresaron en el Hospital Militar de Mislata, en Valencia. Bueno, antes de ingresar tuve que ir a consultas, pero estando allí me dijeron que ese día no veían guardias, sólo suboficiales y oficiales; pero yo estaba tan mal que no podía ni andar y les dije: Yo de aquí no me muevo... Total que salió el capitán responsable y me pasó con el médico y en cuanto me vieron por rayos me dijeron que me acostara, que estaba medio muerto. Y era verdad, yo no podía respirar ni tenerme derecho... En el hospital de Mislata estuve ingresado un tiempo; tuve que llamar a mi madre, que bajó de Ademuz a cuidarme. Al tiempo me dijeron que debía ingresar en un sanatorio que había en el Puerto de los Leones, por Guadarrama, en Madrid. Pero yo estaba muy fastidiado y no tenía medios para ir... Por mediación de don Vicente –se refiere a don Vicente Eced Carreres, de Ademuz-, que era capitán o teniente coronel, pude ir. Sí, una mañana vino una ambulancia militar al hospital y me llevó a Madrid. Claro, esto fue por mediación de mi madre que habló con don Vicente... -pero la Guardia Civil puso poco interés en mi caso. En Guadarrama permanecí tres meses... Lo cierto es que estuve muy bien, comía estupendamente y hacía mucho reposo: así me recuperé... Cuando me dieron el alta volví a Gandía a recoger el arma y mis cosas, y regresé a Terriente. De Terriente solicité la cabecera de Comandancia -en Teruel-, y a los dos años me lo concedieron...

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Detalle de ventana rejada en la fachada de una antigua casa de Ademuz (Valencia), 2006.

            
En la Comandancia de Teruel, ¿cuál era tu cometido?
  • Mi cometido era hacer guardias de vigilancia en distintos lugares de la capital: Prisión Provincial, Hacienda, Correos, Capitanía, Gobierno Civil, Banco de España, Audiencia Provincial... Además había que hacer la vigilancia propia del Cuartel y en puntos estratégicos, como el pantano, el Polvorín, la Estación de tren, la Estación eléctrica de Santa Bárbara... Pero como había estado malo del pulmón, enseguida me pusieron en las oficinas; sólo de vez en cuando hacía alguna guardia. Pero en la oficina también tenía que trabajar mucho. Llevaba ciento y pico de hombres a mi cargo, ya que tenía que distribuir todas las fuerzas de vigilancia en los distintos puntos, y hacer los relevos... Aquello suponía un follón de miedo, pues debía tener en cuenta las bajas, los permisos, las vacaciones, los asuntos personales..., ¡siempre me faltaba gente! Durante los mundiales de fútbol del 92 hubo que vigilar muchas cosas, aquello era un trabajo enorme. Cada día había que distribuir veintitrés parejas de guardias... Y cuando había elecciones, no te puedes imaginar... Tenía que hacer las fichas a máquina y después pasarlas a un libro de registro, todo a mano. Sí, había que hacerlo a mano y con tinta..., ¡la Guardia Civil es así!, lo registra todo y todo lo tiene muy organizado. Permisos de armas cortas, de caza, denuncias, atestados... En la Guardia Civil eran muy exigentes, había revisiones continuas de pulcritud, armamento, exámenes mensuales, hacer un ejercicio práctico de atestado, por denuncia, robo, reyerta, amenazas o lo que fuera, y luego dar parte al capitán, al teniente, al teniente coronel y al gobernador; esto todos los meses... ¡Y que no te vieran una falta de ortografía ni un tachón, que te la liaban! Ahora hay más libertad, los guardias pueden entrar a un bar a tomar un café o lo que sea, pero antes no: uno entraba y el otro se quedaba fuera, y no más de diez minutos... No te dejaban parar, cuando no una cosa otra, y todo el día vestido de uniforme. Sí, la Guardia Civil ha estado siempre muy oprimida, aunque las cosas van cambiando... Cuando llegué de Terriente a Teruel, aquello era otra cosa, había más libertad: Ya sabes, donde está el Papa es donde menos religión hay; pues en la Guardia Civil pasaba igual...
            
Sigue diciendo:
  • Luego pasé a conductor del Capitán, yendo por todos los puestos de la Compañía. El día anterior a cada salida de inspección tenía que revisarme los nombre de los puestos, corrales y parideras de monte en cada sector... El puesto de Puebla de Valverde tenía veintitantas masías, yo tenía que saberme las entradas y salidas de cada lugar... Después me bajaron a la Compañía, de escribiente... Aquello me supuso más estrés, pues yo no sabía cómo había que dirigirse por escrito a cada Jefe... Además, me tocó hacer el traslado de los archivos del cuartel viejo al nuevo de la Fuenfresca, todos los documentos, escritos y boletines desde principios del siglo XX: ¡Esto es historia, no me quemen ustedes nada, que esto es historia...! –nos decía el capitán. Cuando cumplí los 50 años –en 1994- pasé a la reserva... Pero llegó una orden para los que quisieran volver al cuerpo, para hacer servicios que no fueran de armas... Me acogí a esta ley, y estuve con un brigada en el control del personal de servicios, el agua caliente, la limpieza... Al pasar a la reserva me descontaban de la paga, pero al volver al servicio me pagaban como si estuviera en activo. Así estuve hasta los 55 años, en que salió otra ley para los que habían padecido alguna enfermedad grave y me acogí a ella, por haber estado yo con lo del pecho –pasé el tribunal en Zaragoza, me dijeron que me fallaba el fuelle. Así que me retiré definitivamente con paga íntegra, por enfermedad... Pero siempre he procurado dejar buen recuerdo de mí por donde he pasado...
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Detalle del accedo norte a la localidad de Ademuz (Valencia),
cabecera de comarca del Rincón de Ademuz (2006).

            
Y de tu vida familiar, ¿qué puedes decirme?
  • Bueno, pues soy casado y tengo dos hijos... Me casé en la iglesia de Torrebaja, porque mi mujer es de aquí. Nos casó el cura de Ademuz, don Antonio Pérez Sesé; debió ser porque no había cura aquí entonces, no sé... –esto fue el 12 de marzo de 1977, cuando cumplí los 33 años. Mi madre falleció de 88 años –el día de san Fermín de 2009-, pero mis hermanos viven los dos: Antonio se casó con una moza del Val de la Sabina, pero enviudó joven. Paco se casó con una chica de Vallanca y vive en Ademuz.
           
¿Qué has hecho desde que te jubilaste?
  • Nada, ir en bicicleta, pasear, hacer el huerto y vivir la vida: Este año cumplo 69 años... Pronto habrá que empezar a preparar la tierra: los ajos se plantan ahora, pero este año no voy a poner... Pondré sólo cebollas, pimientos, tomates y calabacines; nada más... No es por el dinero, es más por estar ocupado y entretenerme... Lo que no nos comemos del huerto, en verano, lo hacemos en conserva para el invierno: judías tiernas, calabacines, coliflores... Primero se limpia la hortaliza y se le da un hervor, luego se la coloca en tarros de vidrio con agua y sal -también le ponemos unas cucharadas de jugo de limón por encima-, se tapan los botes y se hierven quince minutos al baño maría: utilizamos agua de la Fuente Vieja de Ademuz, que no lleva cloro... Sí, soy muy ordenado, debe venirme de la Guardia Civil. Tengo una libreta donde anoto todo lo que sucede en el pueblo, los fallecimientos, cuando vienen los curas nuevos, cuando se marchan, las visitas del obispo, cuando el terremoto que hubo..., todo lo que va sucediendo. No, no conservo ninguna foto de mis padres, pero mi hermano pequeño tiene una grande donde están los dos...
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Frontis y abrevadero de la Fuente Vieja en Ademuz (Valencia), 1999.


            
Palabras finales.
            
La conversación mantenida con el señor Agustín Chicharro Navarro nos ha proporcionado una nueva visión del Rincón de Ademuz, seguramente desconocida para muchos; el repaso de su vida nos descubre una realidad social que estuvo vigente en nuestros pueblos hasta bien avanzados los años sesenta. Realidad que debió ser habitual, y mucho más difícil, conforme nos remontamos en el tiempo...
            
La vida del entrevistado puede considerarse en dos partes bien diferenciadas, antes y después del servicio militar. En la primera observamos una infancia difícil, marcada por el fallecimiento temprano de su padre y las dificultades en que se ve envuelta la madre para la crianza de los hijos: una escolarización precaria, la temprana incorporación al mundo laboral, mucho trabajo, penalidades y un estómago nunca saciado. El servicio militar marcó un punto de inflexión en su vida, hasta el punto que él mismo reconoce que debería haberse marchado directamente a la Benemérita, tras licenciarse. Pero no lo hizo, volvió al pueblo y reanudó su vida anterior, hasta que un acontecimiento de índole afectiva y la precariedad laboral del momento le empujaron a marcharse.
            
El entrevistado narra con absoluta sinceridad y claramente las dificultades que tuvo para cumplimentar la instancia de solicitud a la Guardia Civil, algo perfectamente comprensible dada su efímera escolarización y la escasa familiaridad con el mundo de las letras. Sin embargo, consiguió ser admitido y, siendo ya adulto, desarrolló el gusto por la lectura y el interés por el conocimiento, lo que le sirvió para el correcto desarrollo de su trabajo. En otro tiempo, los miembros de la Benemérita tuvieron fama de incultos –ignorantes e iletrados, lo cual era palmario en muchos casos-: Las circunstancias del señor Agustín nos dan cumplida explicación de las causas... De la misma forma, al ser un cuerpo militar, sigue siendo forzosamente jerárquico, cuando no estricto y abusivo: No te dejaban parar, cuando no una cosa otra, y todo el día vestido de uniforme: Sí, la Guardia Civil ha estado siempre muy oprimida, aunque las cosas van cambiando... –dice el entrevistado-. 

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El señor Agustín Chicharro Navarro (Ademuz, 1944), sentado en un banco de la plaza del Ayuntamiento en Torrebaja (Valencia), tras la entrevista (2013).
       
        En suma: conocer detalles de la vida del señor Agustín ha constituido una sorpresa para el entrevistador..., confirmándole una vez más que en la persona más impensada pueden encontrarse valores humanos de primer orden, sencillez, desenvoltura y bondad. Máxime en una situación tan dura como fue la enorme circunstancia que le tocó vivir. Esto se demuestra claramente en la relación que el consultado tuvo con el señor Pedro y su familia: Yo era entonces algo apocado, me sentía inferior; además, le tenía mucho respeto al tío Pedro... –cuando claramente podía haber tomado otra actitud. Es muy probable que algunos puedan ver en aquella postura un designio de la Providencia, algo habitual en cualquier vida humana. ¿Cómo hubiera sido la vida de nuestro informante de haberse quedado como albañil en Ademuz? Nunca lo sabremos. Lo que sí observamos es que después de los trabajos y penalidades de la infancia y primera juventud, supo salir adelante y ser feliz en la Guardia Civil, donde siempre estuvo a gusto, aunque trabajando mucho. Gracias por haberme dado la oportunidad de conocerte, amigo Agustín. ¡Ha sido un placer saber de ti y escuchar tu testimonio! Vale.




[1] Cf. Wikipedia, voz Guardia Civil.
[2] Cf. Viquipèdia, l'Enciclopèdia Lliure, voz El Pla de Sant Tirs.
[3] Cf. Wikipedia, voz Terriente.

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