sábado, 24 de mayo de 2014

DESDE EL MIRADOR DE LAS HOCES DEL EBRÓN EN CASTIELFABIB (VALENCIA), y II.


Reflexiones de un lugareño –paisaje, historia y paisanaje-.






Para conocer en propiedad el Rincón de Ademuz conviene visitar el Convento de San Guillermo, mejor dicho, lo que queda de él, que no es más que el edificio ruinoso de la iglesia conventual y la zona del lavadero, donde todavía puede verse el brocal de la cisterna y otras piedras labradas a modo de artesa o fregadero. Pues la historiografía del convento castielero se remonta a finales del siglo XIV, aunque la tradición del santo de Aquitania viene de más atrás. Para su visita podemos bajar hasta el lugar del monasterio por un caminillo que conduce al puente de La Ruidera, atravesar el Ebrón y subir por la ladera opuesta hasta el lugar de las ruinas. Desde las ruinas podremos observar una estupenda vista de la villa, con el caserío descorriéndose por la ladera, desde El Torrejón hasta la mole caliza sobre la que asientan los restos del castillo-fortaleza y su iglesia. Aunque sólo fuera por la vista, merece la pena acercarse hasta el lugar. Para esta visita resulta más aconsejable la mañana que la tarde, pues la luz del ocaso resulta más adecuada para admirar la zona opuesta del caserío, la cual puede saborearse mejor bajando por el puente que cruza el Ebrón a la altura del molino de la villa y llegando hasta La Plana, que se halla al noreste, por debajo de la Peña de la Mosca y El Carril (1.042 m).

Vista frontal de la fachada principal (barroca) de la iglesia conventual de san Guillermo en Castielfabib (Valencia), 1995.

En septiembre de 1966, tras visitar el lugar del convento el periodista y escritor valenciano Luis B. Lluch Garín describe las ruinas de la iglesia conventual con estas sentidas palabras:
  • Entre tupidos matorrales se levantan los muros desmochados y las portadas de recios sillares con sus frisos cuarteados y frontones partidos. Las pilastras y columnas se agrietas; las hornacinas de techo de cascarón se inclinan como sacudidas por un terremoto y los arcos de formalete con restos de cornisamiento, tallas y relieves barrocos se muestran desnudos, castigados por el aire y el sol. Una lluvia sobre estas ruinas debe ser como el llanto doloroso del artista que patentice su dolor ante la obra destruida y abandonada.[1]

Detalle de las arcadas en las capillas laterales, lado de la epístola, en la iglesia conventual de san Guillermo de Castielfabib (Valencia), parcialmente desaparecidas (1995).


La descripción del periodista corresponde a una visión romántica, tras la visita que realizó medio siglo atrás. Durante las últimas décadas el deterioro ha ido en aumento, hasta el punto de haberse derruido las arcadas de las capillas próximas a la cabecera del templo, lado de la epístola. Estando ocupado por los franciscanos observante de Valencia -que poseían el lugar desde 1577- el complejo conventual y la iglesia fueron pasto de la Desamortización, habiendo tenido que pasar un siglo y medio largo para que haya surgido un loable deseo de recuperación y conservación de aquellas ilustres ruinas.[2] ¡Más vale tarde que nunca!

Otro recorrido que no debemos perdernos es bajar por el camino del Hituelo hasta La Central, cuyo recorrido nos llevará a descubrir el secreto de las Hoyas del Ebrón, caminando por la alta ribera izquierda del río hasta el complejo industrial. Entre la ribera y las murallas rojizas del monte opuesto se hallan las fincas abancaladas que fueron otrora un vergel, donde se cultivaban todo tipo de frutales y hortalizas. A los pies del monte discurre el canal que aprovisiona la industria eléctrica, el cual se pierde a la vista antes de arribar a la Peña de la Raja, para aparecer de nuevo en la parte alta del monte, al otro lado de Peña Rubia.

Un lugar curioso de conocer y visitar es la zona conocida por Peña Tajada o Peña de la Raja, que no es más que una enorme laja de piedra separada del monte por cuya base asciende una estrecha escalerita que lleva a Peña Rubia y la parte final del canal de alimentación de La Central. Lluch Garín calificó la zona como “uno de los rincones más curiosos de nuestra tierra” y tal vez lo sea. En cualquier caso su visita constituye una experiencia inadecuada para espíritus timoratos o excitables, pues no está exenta de riesgo. Dice el periodista:
  • [...] el caminito que no lleva hasta ella es como una cornisa sobre el barranco, que va siguiendo todo el contorno ondulado de la montaña, hasta que de pronto aparece ante nuestros ojos un enorme promontorio, un auténtico farallón de rocas, que se precipita sobre el abismo./ El promontorio está cortado por una hendidura vertical que lo parte de arriba abajo y que sólo tiene un metro de ancha aproximadamente./ De lejos parece una fina e impenetrable grieta que deja ver entre sus bordes superiores la claridad del cielo, pero cuando se llega a ella pasando un rústico puente de troncos vemos que se puede entrar en ese tajo o chimenea porque se ha construido una escalera tallada.[3]
Vista de "Peña Cortada", también conocida como "Peña de la Raja" en Castielfabib (Valencia), con detalle del morrón de "Peña Rubia" al fondo (2014).

Vista de "Peña Cortada" desde el interior, con detalle de un peñasco desprendido en Castielfabib (Valencia), 2014.

Y continua la descripción:
  • A pocos metros, dentro ya de la grieta, corta el paso una enorme piedra que se ha desprendido de las paredes. Hemos de inclinarnos para pasar por debajo, y de modo instintivo, impresionados, se silencia la charla y mueren los comentarios. Casi diría que andamos de puntillas, para no romper el silencio frío de aquella hondura estrecha. Dentro de este corredor se contemplan a derecha e izquierda sus paredes rocosas de tonalidad rojiza con sombras y manchas oscuras. Como estas paredes perpendiculares de la raja no son matemáticamente verticales, pues tienen sus salientes y entrantes, en algunos sitios se ve el cielo como una cinta rugosa de luz blanca, y en otros rincones sólo se contemplan las rocas amenazadoras que parecen desprender a cada paso se percibe físicamente una rara sensación de pequeñez y aplastamiento al descubrir la montaña en su intimidad. Nosotros la hemos violada y nos hemos metido en sus mismas entrañas.[4]

El texto de periodista puede parecer muy literario, incluso recargado; pero cualquiera que haya pasado por las escaleras del peñasco de La Raja coincidirá en que las apreciaciones del escritor son ciertas. Quien lo dude, no tiene más que probarlo...

Detalle del peñasco desprendido en el interior de "Peña Cortada" en Castielfabib (Valencia), 2014.


Por detrás de Peña Rubia vemos asomar de nuevo el canal que lleva el agua hasta el depósito del partidor, en cuyo extremo inferior hay una casita o torreta de la que emerge el grueso tubo que ladera abajo lleva el agua hasta las turbinas de La Central. El conducto desciende en brusca caída hasta la planicie donde se levanta el nuevo edificio de la eléctrica, sito en la ribera izquierda del Ebrón. En nuestro paseo desde las ruinas de la iglesia conventual de san Guillermo, una vez sobrepasada la base del peñasco de Peña Rubia, vemos los restos de la antigua tubería. El investigador José Carrasquer Zamora (Zaragoza, 1955),[5] que ha estudiado el complejo hidroeléctrico de Castielfabib, dice:
  • En julio de 1913 la empresa Teledinámica Turolenses S.A., con sede el Madrid, comienza a construir la central hidráulica en el río Ebrón./ Se construirá un canal, utilizando la piedra de cantería del convento de San Guillermo, [...] La empresa será constituida el 14 de mayo de 1913 con un capital de 700.000 pesetas. Según aparecerá tres años más tarde en El Cronista de Teruel, el Consejo de Administración estaba formado por los señores D. Joaquín Torán Esteban, D. Timoteo Bayo Giménez, D. Joaquín Asensio y D. Natalio Ferrán./ La electricidad generada comenzará a dar servicio a una empresa, La Industrial Química de Zaragoza, que extraía el azufre de las minas de Libros, siendo uno de los primeros y más importa clientes./ El 9 de abril [de 1915] el Diario Turolense informa de que se han llevado a cabo con éxito las pruebas de fábrica, turbina y maquinaria eléctrica de la central de Castielfabib, que ha de surtir de energía eléctrica a Teruel y otros pueblos e industrias de la provincia./ En 1986 la central edificada en el mismo margen del río fue derruida y a pocos metros fue construida otra central.[6]

Sigue diciendo el investigador:
  • Tras la guerra civil, el 18 de mayo de 1946, la central de Castielfabib fue objeto de un ataque por parte de los maquis, sin que puedan precisarse los daños sufridos. Años más tarde, en 1954, la Teledinámica adquiere la central de Vallanca, siendo el presidente del Consejo de Administración Luis Figueroa Alonso Martínez. Finalmente la empresa será adquirida por Eléctricas Reunidas de Zaragoza, en agosto de 1955. Cuatro años después era declarada empresa eléctrica de Interés Nacional.[7]

Vista parcial de la Central Eléctrica de Castielfabib (Valencia), desde el camino de la Vega que conduce a la aldea de Los Santos (2014).


El ataque del maquis a la empresa hidroeléctrica se cita en una entrada previa, donde se dice de los guerrilleros antifranquistas, a propósito del “Monumento al Maquis” de Santa Cruz de Moya (Cuenca).[8] Carrasquer Zamora incluye en su título un documento correspondiente al Cronista de Teruel -de fecha 9 de agosto de 1916- que en homenaje a nuestra central merece la pena detallar:
  • “Una de las instalaciones más importantes de España es la central hidroeléctrica construida por la Sociedad Teledinámica Turolense en el pueblo de Castielfabib no lejos de la ciudad de Teruel en la provincia del mismo nombre [obviamente, se trata de un error, pues Castielfabib era y sigue siendo provincia de Valencia]. Su montaje y pruebas se han terminado el año pasado [1915]./ La maquinaria eléctrica [se] compone de dos generadores trifásicos de mil cuatrocientos caballos con setecientas y mil revoluciones respectivamente produciendo la corriente á tres mil voltios y cincuenta periodos. Dichos alternadores de la Casa Allma-ana van acoplados directamente á turbinas centrípetas, tipo Francis, de la Casa Escher Wyss de Zurich provistas ambas de regulación automática á presión de aceite. Las excitatrices van así mismo acopladas./ La corriente producida á tres mil voltios se elevará á veinte mil en dos transformadores en baño de aceite provistos de refrigeración por circulación de agua procedente de la tubería de carga./ El salto es de gran altura; setenta metros en números redondos. Se ha obtenido derivando por un canal de conducción de dos kilómetros de longitud, un caudal de dos mil metros cúbicos por segundo. La presa tiene sesenta metros de longitud y para el canal que sigue un trazado sumamente curioso se han perforado diez túneles y construido un soberbio puente-acueducto de treinta metros de altura. La presa embalsa treinta mil litros cúbicos y el depósito partidor al final del canal, mil metros./ La tubería á presión, construida en Barcelona tiene una longitud de doscientos metros; es toda ella de palastro de acero de  un metro de diámetro calculada para resistir prácticamente siete atmósferas./ El proyecto del salto y de la instalación en general se debe al ingeniero D. José Torán mereciendo por ello él y la Teledinámica todo género de plácemes.- H. Elfstrôm”.[9]

Vista de la Central Eléctrica de Castielfabib (Valencia), con detalle de la torreta del repartidor y el tubo del salto de agua, desde el viejo edificio de La Central (20149.

Vista parcial de la Central Eléctrica de Castielfabib (Valencia), con detalle de la balsa y torreta del repartidor y el tubo del salto que conduce el agua a la turbina (2014).

Detalle de la torreta de distribución y del tubo del salto de agua de la nueva Central Eléctrica de Castielfabib (Valencia), 2014.
 
Detalle de "Peña Rubia" junto a la Central Eléctrica de Castielfabib (Valencia): en la parte alta  puede verse el canal de La Central, a sus pies el Camino del Hituelo -que conduce a las ruinas de la iglesia conventual de san Guillermo- (2014).

El señor Francisco Provencio Garrido (Torrealta, 1924) trabajó en La Central de Castiel hasta su jubilación, su testimonio tienen el valor historiográfico de alguien familiarizado con aquella industria:
  • Que cómo fue lo de meterme de “lucero”?, pues resulta que cuando vine de la mili, allá por el año 1946 ó 47, yo quería irme de forestal; por salir de aquí y hacer mi vida... Pero mi hermano Antonio dijo que no me convenía, porque estaría siempre solo por el monte; por eso fue de buscarme un puesto en la “Teledinámica Turolense”, como electricista en Torrealta, Mas de Jacinto, el Ventorro y la Masadica de los Mudos. No, yo no sabía nada de electricidad, ni hice ningún curso; me compré algunos libros y fui aprendiendo solo... Entré a trabajar en lo de la luz porque la plaza ésta quedó libre; el que hacía de "lucero", un tal Antonio el Patricio de Torrealta, se mató: Sí, se suicidó agarrándose a los cables de alta tensión en el transformador de Mas de Jacinto que servía esta zona... Por aquella época estaba de “lucero” en Torrebaja el tío Ricardo el Mosquito -se refiere al señor Ricardo Hernández Luis (1911-2000)-; y nuestra misión era dar la luz cada día al atardecer y por la mañana quitarla -el transformador estaba en una loma que hay antes de llegar a Mas de Jacinto, todavía está el edificio-: allí entraban las líneas de alta tensión de Castiel y Teruel, y salían dos líneas de baja tensión, una para Mas de Jacinto y El Ventorro otra para Torrealta y Mas de los Mudos. Al atardecer iba a darla, subía por El Ventorro, donde el puente de las Casas de Angelina y seguía por la casa de Simón, que entonces era de don Valentín –se refiere a don Valentín Alegre Martín (1884-1956), cura de Torrealta-; y por la mañana subía mi padre a quitarla. Sí, había un interruptor y se quitaba, pero hasta que pusieron los contadores se quitaba toda la luz, la del alumbrado público y la de las casas particulares. Otra de mis funciones era arreglar las averías, cobrar los recibos que mandaban de Teruel, y eso... Porque al principio no había contadores, se facturaba por las bombillas y la potencia de cada una, no era como ahora... Después ya se pusieron los contadores y había que hacer la lectura del consumo; al principio de los contadores, aunque había un mínimo para el cobro, la gente se pasaba de consumo y de Teruel me decían que avisara a los clientes para que se controlaran y apagaran las luces, porque les vendrían facturas que no podrían pagar. Y aunque no lo debía hacer, para favorecer a la gente había meses que les cobraba de menos, avisándoles para que al mes siguiente consumieran menos y así compensar... Porque los kilovatios de más que gastaban valían el doble de los contratados. Y cuando la empresa pasó a “Eléctricas Turolenses” se jubiló uno de Los Santos en La Central, y el Jefe de Teruel, señor Prieto, me ofreció irme a Castiel... Por eso fue ir, porque me aseguró que allí estaría mejor. El encargado era Enrique, de Los Santos, estaba también Antonio el Murciano, Benedicto de El Cuervo, luego vino José Antonio, de Castiel –que era el más joven.[10]

Detalle del tubo -de un metro de diámetro, construido en paladio de acero-, que conducía el agua del canal a la antigua fábrica de La Central en Castielfabib (Valencia), 2014.
            

Sigue diciendo:
  • Al comenzar el turno en La Central, lo primero que hacía era engrasar las turbinas, que eran las máquinas que producían la electricidad... Cuando venía un bajón de fuerza se producía un “amarre” muy fuerte –ello significaba que había más demanda de luz de la que producía la máquina-, entonces hacía un ruido muy fuerte y había que abrir las compuertas para que el agua saliera, y parar la turbina. Luego había que ir moviéndola poco a poco con la mano, y abriendo el agua que entraba, hasta que se enganchaba de nuevo para acoplarse con la otra corriente -porque todas las centrales estaban conectadas-: había unos aparatos que te señalaban como iba subiendo la potencia, para hacerla coincidir con la otra fuerza, para lo que había un manillar, con el que se daba un golpe seco, ¡clac!, y se acoplaba... Había que hacerlo en el momento justo, eso te lo indicaban unos pilotos encarnados intermitentes que parpadeaban muy rápido, pero conforme se acercaba el momento iban más y más despacio; porque si no se producía un zambombazo que no veas... Sí, yo aprendí pronto, aunque a otros les costaba mucho, pero era porque tenía mucho interés en hacerlo bien, vaya... Recuerdo una noche en que hubo una tormenta de no te menees y vino y “amarre” muy fuerte, se fue la luz y yo estaba solo; así que tuve que llamar al encargado de Castiel para ver lo que debía hacer: me dijo que cortara la línea de Teruel y que fuera dando fuerza a los pueblos del Rincón, y que soltara alguno si me quedaba sin fuerza... Bueno, aquello tenía su complicación, porque había muchos aparatos medidores, luces y demás. También tenía su peligro, porque en cierta ocasión vino otro “amarre” muy fuerte y el que estaba de turno, un tal Benedicto de El Cuervo –se refiere el señor Benedicto Marín Gómez (1927-2004)-, le pilló algo dormido y la tubería que bajaba del canal reventó, y toda la fábrica se inundó un metro de agua... En verano, con los riegos, el nivel del agua bajaba mucho, y había que estar al tanto, para regular la turbina con relación al agua que entraba... El que había de turno debía estar al tanto, yo entonces leía, y fumaba mucho, un par de paquetes al día y a veces hacía corto; pero ya no fumo... En la fábrica había tres turnos de ocho horas, el que entraba a las seis de la tarde salía a las dos de la madrugada; y el que entraba a las dos salía a las diez de la mañana, y el que entraba a las diez salía a las seis de la tarde... Cuando automatizaron la producción -eso fue a comienzo de los años ochenta- ya no hacía falta la gente, y el Jefe me ofertó ir a Teruel o jubilarme anticipadamente. Y como me dijo que me iba a quedar lo mismo, pues preferí jubilarme; tenía yo entonces 59 años y unos treinta y seis de trabajo en la empresa... A todos los demás trabajadores se los llevaron a Teruel.[11]

Detalle de la balsa y torre de distribución del salto de agua en el canal de la Central Eléctrica de Castielfabib (Valencia), 2014.
Detalle del canal de la Central Eléctrica de Castielfabib (Valencia), sobrepasada "Peña Cortada", con el caserío de la Villa al fondo (2014).

La vieja central hidroeléctrica de Castiel, construida en 1914, estuvo vigente hasta 1986: sobre su solar se ha erigido un nuevo edificio, denominado Central Eléctrica de Castielfabib -se trata de la nueva fábrica de luz actualmente en funcionamiento-.[12] Desde el siglo XVIII la zona ha sido asiento de varias industrias relacionadas con el agua, pues en sus inmediaciones hubo una explotación de papel de estraza, un batán y un molino maquilero –todas ellas desaparecidas-; asimismo, junto a la vieja fábrica de luz hubo una fabriquita de carburo de calcio, pues para su producción era precisa la electricidad. La importancia de La Central en el desarrollo industrial y económico de la zona resulta patente, pues con la electricidad producida se iluminaron las calles y casas de los pueblos del Rincón de Ademuz y otros municipios de la zona, llegando incluso hasta Teruel capital, siendo uno de sus principales clientes el barrio de Las Minas de Libros: la energía eléctrica y el carburo de la fabriquita anexa fueron esenciales para la minería del azufre. Bien es cierto, sin embargo, que la primera fábrica de luz de nuestra comarca estuvo en Torrebaja (1906), construyéndose poco después otra en Negrón (Vallanca), pero sólo tuvieron uso local.

Vista de Castielfabib (Valencia), desde el "Mirador Hoces del Ebrón" (2014).


Palabras finales.

La contemplación del Mirador Hoces del Ebrón, sito en Los Toscares de Castielfabib, invita a una visita a la villa: descubrir sus callejas y subir hasta el castillo, donde la iglesia-fortaleza, constituye una grata experiencia. A los más dispuestos les instigo a subir hasta El Torrejón, desde donde puede contemplarse una de las más espectaculares vistas de la comarca: allí el paisaje y la historia se confunden, haciendo patente el imparable paso del tiempo. Merecen también una visita las ruinas de la iglesia conventual de san Guillermo, bien sea bajando hasta el puente de La Ruidera o yendo por el Camino de los Callejones hasta La Central, para remontar después por el camino del Hituelo. A los realmente audaces les sugiero una singular ruta: subir por un camino que hay por detrás de la represa de distribución del canal hasta el sobradero y continuar hasta la cima de Peña Rubia, para ver con detalle el tramo final del canal y salto de agua de la Central Eléctrica, sin duda un formidable trabajo de ingeniería hidráulica, ¡no en vano en su tiempo la fábrica de luz de Castiel fue de las más importes de España! Una vez allí merece la pena bajar por la Peña de la Raja, cuanto menos asomarse... Pero ésta es una ruta que conviene hacer con personas conocedoras del terreno, pues no está exenta de riesgo. Desde este punto, sin embargo, las vistas de Castielfabib son realmente bellas, excelentes, en especial por las mañanas y primeras horas de la tarde...

Vista de la Vega del Ebrón por debajo de la Central Eléctrica de Castielfabib (Valencia), en dirección a la aldea de Los Santos, desde la parte alta del sobradero del canal (2014).


Decíamos que el Camino de los Callejones termina en el puente-acueducto sobre el Ebrón que permite el paso hacia la fábrica de luz, sita en la margen izquierda, en dirección al camino del Hituelo -que lleva a las ruinas de la iglesia conventual de san Guillermo-. Pero el camino principal sigue por la derecha, sobre la ribera izquierda del Ebrón. Por debajo de la industria eléctrica, el valle se ensancha  por la izquierda -entre el río y la base del monte-, de cuyos cerros destacan los farallones rojizos que los coronan. Siguiendo esta vía arribaremos a Los Santos, aldea que en tiempos de Cavanilles (1792) apenas censaba una veintena de vecinos, entre noventa y cien habitantes. El camino discurre plácidamente, con el sonido del agua y el canto de los pájaros como natural compañía -aunque la mayoría de las fincas se hallan abandonadas, sin rastro de los verdes y espesos maizales y moreras que el botánico viera a su paso-. Pero la historia continúa, pues no hay paisaje sin horizonte, ni día sin afán... Vale.




[1] LLUCH GARÍN, Luis B. Las ruinas, la raja y la Ermita, Diario Las Provincias, 29 de septiembre de 1966. ID. Paisajes y ermitas de Valencia, Edita Caja de Ahorros de Valencia, Valencia, 1980, vol. I, pp. 524-525.
[2] SÁNCHEZ GAZÓN, Alfredo. Las piedras del convento de san Guillermo en Castielfabib (Valencia), del viernes 21 de octubre de 2011. ID. Las ruinas de la iglesia de San Guillermo en Castielfabib (Valencia),  del jueves 12 de enero de 2012.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. José Carrasquer Zamora y los comienzos de la industria eléctrica en Teruel y Castielfabib, del lunes 17 de octubre de 2011.
[6] CARRASQUER ZAMORA, José. Los comienzos de la electricidad en Teruel (1889-1936), Teruel, 2011, pp. 50-52.
[7] Ibídem, p. 57.
[8] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Los guerrilleros del maquis antifranquista, ¿héroes o villanos?, del sábado 26 de abril de 2014.
[9] CARRASQUER ZAMORA (2011), pp. 174-175.
[10] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Francisco Provencio Garrido, natural y vecino deTorrealta (Torrebaja), del sábado 10 de diciembre de 2011.
[11] Ibídem.
[12] CARRASQUER ZAMORA (2011), pp. 175-176.

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